Ágora

Hard Rock: apuesta perdedora

Es un proyecto de precariedad laboral y estancamiento en un modelo productivo poco resiliente que, además, incumple los estándares medioambientales

Los 4 motivos de controversia del proyecto de Hard Rock en la negociación de los presupuestos catalanes

Los 4 motivos de controversia del proyecto de Hard Rock en la negociación de los presupuestos catalanes

Jéssica Albiach

Jéssica Albiach

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Un macroproyecto que parecía enterrado o al menos dormido vuelve a estar en el centro del debate público catalán en las últimas semanas: el casino Hard Rock. Y lo está porque Salvador Illa lo ha situado como línea roja para aprobar los presupuestos del Govern para el 2023. Se han dicho muchas cosas sobre este macroproyecto, pero se ha explicado poco que estaríamos hablando del mayor casino de Europa, con más de mil máquinas tragaperras y 300 mesas de juego.

Algunos lectores recordarán que esta idea proviene del último Gobierno de Convergència i Unió, cuando en plena crisis económica se buscaban todas las posibilidades para reactivar la economía del pelotazo. Por eso, tan incomprensible es que ahora el PSC busque revivirlo, como que el Goven Aragonès, que dice querer transformaciones, siga la estela convergente y sus compromisos con La Caixa, propietaria de los terrenos en los que se construiría.

Es un proyecto de precariedad laboral y estancamiento en un modelo productivo poco resiliente. Es un proyecto que además incumple los estándares medioambientales. De hecho, el Govern ya se ha gastado 150.000€ en estudios que desde el departament d' Acció Climàtica constatan que es insostenible, por la cantidad de recursos que extraería.

Y si hablamos de valores y de futuro, en un momento en el que cada vez somos más conscientes de que las adicciones se han convertido en un problema de salud pública de primera magnitud, profundiza en el drama que sufren muchas familias. El juego y las casas de apuestas actúan como parásitos. Hemos naturalizado su presencia en nuestros barrios, donde hacen negocio con demasiada frecuencia con la gente más joven y con la desesperación de los que menos tienen. Obviar esa realidad social es irresponsable.

En Barcelona hemos trabajado para que no se hayan podido abrir en los últimos años nuevos establecimientos de este tipo en la ciudad. Demostramos que tenemos un modelo distinto al del Madrid de Ayuso, donde están proliferando con total libertad. Y desde el ministerio de Consumo sacamos adelante el Real Decreto de Comunicaciones Comerciales, situando la publicidad sobre juego a un nivel similar a la del tabaco o el alcohol. Este es el camino.

Porque queremos trabajo estable y de calidad que nos haga avanzar como país, porque la cultura especulativa se ha demostrado nefasta e ineficaz para la mayoría. Porque los recursos naturales son limitados y más en tiempos de sequía y crisis energética, y porque queremos una sociedad cada vez más sana y no más enferma. Ni el Camp de Tarragona ni Catalunya merecemos ser Las Vegas 'low cost'.