Artículo de Xavier Martínez-Celorrio

Chat GPT | ¿Vuelta a lo básico en educación?

La inteligencia artificial estimula el debate sobre cómo enseñar y aprender en una sociedad digitalizada. Puede incentivar una vuelta a lo básico, a escribir, pensar y calcular sin máquinas

Entrenar un chatbot de inteligencia artificial contamina tanto como ir y volver en coche a la Luna

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Xavier Martínez-Celorrio

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En 2014, por primera vez, un robot escribió una noticia para ‘Los Angeles Times’. En 2016, el robot japonés Todai ya escribía mejor que la mayoría de los bachilleres japoneses un ensayo sobre el comercio marítimo del siglo XVII. El avance en inteligencia artificial es imparable y no es para menos, puesto que solo en 2020 se invirtieron 44.000 millones de euros en I+D sobre ‘machine learning’. Es decir, no en el aprendizaje humano, ni en didácticas ni estrategias pedagógicas de las escuelas, sino en cómo aprenden las máquinas. La inteligencia artificial es la infraestructura sobre la que descansan la cuarta y la quinta revolución industrial con cambios aún inimaginables.

El resultado de tanta inversión ya empieza a dar sus frutos. En noviembre de 2022 apareció Chat GPT, una inteligencia artificial entrenada para responder a cuestiones y demandas planteadas por el usuario, redactando textos, ensayos, poesías o chistes como si conversara con un humano. Su irrupción ha provocado las primeras reacciones en contra. La ciudad de Nueva York lo ha prohibido en los ordenadores de sus escuelas públicas y se ha abierto un intenso debate sobre su limitación en escuelas y universidades, tratándola como una amenaza.

La pregunta es: una amenaza a qué y a quiénes. Al mundo educativo siempre le ha costado acomodar cualquier innovación disruptiva que altere su funcionamiento, como antes pasó con la aparición de la calculadora, la informática, Google, la Wikipedia o los móviles. Y su primera reacción siempre es prohibitiva. Mientras su entorno avanza creando nuevas tecnologías, el mundo educativo mantiene sus rutinas y métodos sin apenas alterarse desde la Ratio Studiorum de 1599, que configuró la forma escolar actual: ‘curriculum’ por asignaturas, didáctica magistral, tutorías y exámenes. Nadie aceptaría ir a un dentista que usa métodos del siglo XVII, pero eso hacemos normalizando una forma escolar tan indemne al paso del tiempo.  

Los ingenieros nos dicen que los algoritmos y la inteligencia artificial pueden combinar millones de fuentes y datos, pero no los entienden. Son incapaces de crear significado, aunque puedan redactar mejor que un estudiante. De momento, esta es la frontera que separa a los humanos de las máquinas: la creación de sentido y de significados. La amenaza de la inteligencia artificial en el mundo educativo va contra la memorización y la didáctica tradicional, que no hacen pensar al alumnado ni le plantean desafíos críticos. El valor añadido de escuelas y universidades no ha de ser cuánto temario transmiten sino qué capacidades y qué creatividad desarrollan entre personas con un alto criterio moral y ético ante el mundo en el que viven.

El Chat GPT supone una amenaza para el profesorado más anquilosado del sistema, que aún se cree que monopoliza las fuentes del conocimiento y que siempre está inseguro de su autoridad docente. Por eso, su primera reacción es prohibirlo en lugar de integrarlo en el aprendizaje como una herramienta más. Del mismo modo que hay que alfabetizar al alumnado en el uso crítico de internet, de Google, del móvil o del ecosistema audiovisual, habrá que trabajar en el aula con Chat GPT y plantear cómo ir más allá de sus respuestas, qué hacer con ellas o cómo identificar sus sesgos o su superficialidad.

Algunos docentes deberán cambiar sus formas de evaluar y contarán con software detector de plagio (el negocio es circular para las tecnológicas). Pero el fondo de la cuestión es el debate sobre cómo enseñar y aprender en una sociedad digitalizada donde las máquinas sustituyen a los humanos en memorización. Es posible que suponga un punto de inflexión y se incentive una vuelta a lo básico: habituar al alumnado a escribir a mano, a pensar, a calcular y a exponer oralmente sin ayuda de máquinas o más bien, más allá de lo que dicten las máquinas.

Y lo básico es asegurarse que todo el alumnado aprenda a leer y comprender lo que lee a los 10 años y asegurar una base de conocimiento matemático y científico que sigue sin ser universal a los 15 años. La polémica por el Chat GPT puede ser un pánico pasajero o una oportunidad para replantearse una vuelta a lo básico que sea capacitadora para todos tras una etapa gaseosa de innovación educativa no evaluada con mucho efecto placebo. En todo caso, ayudará a hacer caer máscaras de todo tipo.

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