La cumbre y la prueba del algodón
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
La celebración de la cumbre hispano-francesa en Barcelona ha puesto a prueba el impacto en la sociedad catalana de la agenda del reencuentro que ha puesto en marcha Pedro Sánchez para conseguir lo que él llama desinflamación y sus interlocutores desjudicialización. El indicador ha sido la participación en la manifestación que han convocado Junts y la CUP y en la que también participaron dirigentes de Esquerra. De manera que, indirectamente, la cumbre también ha puesto a prueba la capacidad de movilización del independentismo que considera que ese diálogo no es el camino adecuado.
Las condiciones objetivas, que dirían los clásicos, fueron adversas a los irredentos: un día laborable, en un lugar inhóspito, con amenaza de frío polar y a campo abierto. Algo han aprendido en la Moncloa respecto a 2019 cuando les regalaron un Consejo de Ministros en la ratonera de Ciutat Vella donde con pocos efectivos se podía hacer mucho ruido. Aquello sí que se podía interpretar como una provocación.
Las previas de la cumbre ya indicaron por dónde iban a ir las cosas: la protesta no ha centrado el debate público en Catalunya durante estos días. Aragonès, decidiendo ir la cumbre; Esquerra decidiendo ir a la manifestación; Illa respetando a los manifestantes y no movilizándolos con su demonización; y Trias, la cara emergente de Junts, decidiendo no ir, han convertido la manifestación casi en un trámite para que las hemerotecas no puedan corroborar la afirmación del Gobierno de que el 'procés' se ha terminado. Unos miles de asistentes, un balance muy lejano a otras movilizaciones similares. Pero lo cierto es que nadie se ha empleado a fondo para llevar cientos de miles de personas a la manifestación porque nadie acababa de estar convencido de que sirviera para algo como así ha sido, más allá de desgastar a Esquerra por estar a la vez en la plaza de la manifestación y en el balcón de las instituciones. Hay algo peor que no convocar una manifestación en defensa de una causa, que es convocarla y que no sea un éxito. Pero con los silbidos a Junqueras algunos ya se han desahogado.
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