Plaza Menor

Con el Eixample no se juega

El feroz enfrentamiento entre Comuns y PSC por el plan de usos tiene una semana de margen para evitar un desastre

Una terraza de Cartagena

Una terraza de Cartagena

Meritxell M. Pauné

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Barcelona está acostumbrada a las disputas políticas, entre gobierno y oposición municipales e incluso dentro de los gobiernos de coalición. La discrepancia es natural y puede ser saludable, mientras no entorpezca el progreso de la ciudad. Esta línea roja la ha recordado media ciudad esta semana, al estallar una honda crisis entre PSC y BComú sobre la restricción de tiendas y bares en el Eixample. Dos modelos distintos que el viernes pasado se nos explicaron como compatibles y este martes, como visiones irreconciliables.

Llevamos días en El Periódico explicando a los lectores, lo mejor que hemos sabido, en qué consiste esta enturbiada disputa. Hay consenso sobre domesticar la economía de 11 calles que forman parte de la nueva Superilla o que han sido pacificadas en los últimos años, para que no se gentrifiquen completamente –un poco será inevitable– ni se llenen de terrazas como Enric Granados. El pulso feroz radica en si hay que limitar qué negocios abren en una treintena de calles céntricas normales, la mayoría de ellas adyacentes o cercanas a las pacificadas. Cartagena o Ausiàs Marc, por ejemplo.

Lo que está en juego no es menor, porque el Eixample concentra en gran medida la vitalidad comercial y el gancho de Barcelona. Para el público local sobre todo, aunque el turismo ya tenga un peso importante en el distrito. El acuerdo debería producirse sí o sí, en un sentido u otro, antes del pleno del próximo viernes porque el 11 de marzo expira la moratoria de licencias dictada el año pasado. Y si ese día no hay plan de usos se producirá un alud de peticiones de apertura que no tendrá fácil arreglo en muchos años. Además, el vacío temporal de regulación atraería en especial a los negocios que se quieren limitar, porque ya están al tanto que luego será muy difícil o imposible. Si la votación salta al pleno de febrero no está del todo garantizado que la tramitación concluya antes del fin de la moratoria, y la cosa viene de un día.

Con este abismo a la vista, resulta sorprendente que los dos socios del gobierno municipal presenten en público un presunto pacto sobre el que en realidad no están de acuerdo. Según hemos sabido luego, hay flecos que se acabaron de negociar 5 minutos antes de la rueda de prensa. Quizá ahí está la verdadera cuestión. Si no se han puesto de acuerdo por completo, no lo anuncien por favor. Hablen con más tiempo, verifiquen que están entendiendo los mismos compromisos respectivos, validen la nota de prensa antes de enviarla… Y puestos a pedir, evítennos la semana que viene un goteo de asociaciones que toman partido a favor de unos u otros, como ya ha sucedido con la reforma de la ronda Sant Antoni, porque ganar pulsos a base de contagiar la división no sale a cuenta. Siéntanse aludidos también en la bancada de la oposición, que a 4 meses de las elecciones le ha caído del cielo munición gratuita.

Con el Eixample no se juega. No porque sea más ni mejor que otros territorios, sino porque es el enorme centro de Barcelona que todos aprovechamos de algún modo y necesitamos que funcione. Un cuarto de millón de vecinos y muchos más usuarios. Queda una semana hasta el pleno municipal que votará el plan. Una semana para negociar. Una semana para evitar el desastre. Sit and talk, versión municipal.

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