Del 'Puigdemont a prisión' al 'Junqueras a prisión'
Los extremos siempre aparecen y se crecen en el desconcierto. Sobre todo si se alimenta un discurso mesiánico y maniqueo
Sergi Sol
Periodista
No es la primera ocasión en que en una manifestación de signo independentista se escuchan gritos e insultos a Oriol Junqueras o a dirigentes de ERC. O que algún descerebrado pide a gritos que lo metan en prisión mientras en paralelo proclaman ‘Puigdemont, el nostre president’.
Ya ocurrió con Carme Forcadell, el pasado octubre, en un fallido acto de conmemoración del quinto aniversario del 1 de Octubre de 2017. Pero de esa efeméride no quedó ni rastro. No solo fueron abucheos a Carme Forcadell, que públicamente defiende la presidenta de la ANC en nombre de la libertad de expresión. También insultos groseros. De lo más grosero e inaceptable.
Mientras los portavoces de las diferentes organizaciones pedían calma estos días, conscientes que fue deplorable lo sucedido con Forcadell, Puigdemont y su entorno directo han calentado el ambiente hasta la víspera con graves acusaciones y reproches a los republicanos. En particular, a Marta Rovira. Lo que, lejos de apaciguar los ánimos, da rienda suelta a los más extremistas.
Los extremos siempre aparecen y se crecen en el desconcierto. Sobre todo si se alimenta un discurso mesiánico y maniqueo. Sólo hay que recordar cómo en las manifestaciones, en Madrid, convocadas por la Asociación de Víctimas del Terrorismo, la extrema derecha insultaba e increpaba a los dirigentes del PSOE. E incluso llegó un momento que también la emprendieron contra dirigentes del Partido Popular. Con acusaciones como ‘¡Traidores!’ u otras lindezas. O cuando en manifestaciones llamadas constitucionalistas se escuchaban cosas como ‘Puigdemont a prisión’. Parecía que eso no ocurría en Catalunya, pero llevamos tiempo viendo que sí aunque con otra versión: ‘Junqueras a prisión’. Al final, tampoco somos tan diferentes.
Y es desconcertante que los gritos e insultos de una minoría rompan con el sentir de una inmensa mayoría que defiende sus ideales en la calle –o donde sea- con mayor o menor acierto. Pero de corazón. Porque lo que ocurre es que su pacífica pero firme voluntad queda silenciada por esos que vociferan y que tanto daño hacen a la causa que dicen defender. Deberían tomar nota y reflexionar los que aplauden e incitan a esa crispación por la penosa imagen que proyectan del independentismo y porque van a conseguir arrinconar y desacreditar al movimiento independentista en nombre de una verdad, la suya, cada vez más estridente y crispada.
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