Tres figuras de negro sobre fondo difuso
Sobre el influjo de Velázquez y Goya en el funeral de Constantino de Grecia
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Espléndido el trabajo en Atenas de Francisco Gómez Resina, fotógrafo de la Casa Real, el conjunto de imágenes realizadas en el funeral de Constantino de Grecia, en concreto una, que ha presidido la mayoría de las portadas. En el centro de esa fotografía, de luto riguroso, aparecen el rey Felipe VI flanqueado por su esposa, Letizia, elegantísima, y su madre, Sofía, a quien sujeta del brazo. Los rodea un gentío desdibujado. Por detrás, el rey emérito avanza, con dificultad y asistencia, por la costanilla del cementerio de Tatoi. Los cipreses del fondo, en su verticalidad, confieren un aire velazqueño a la composición, como las lanzas de ‘La rendición de Breda’. Asoman también detalles soberbios: los tobillos hinchados de la reina emérita; su mirada, que parece implorar un gesto de complicidad en la nuera; y sobre todo, el polvo mundanal que ensucia los zapatos de la comitiva fúnebre. ‘Pulvis es, et in pulverem reverteris’.
En la instantánea se equilibran técnica, atmósfera y la narración, un relato que aquí contrapone el presente de la monarquía, las tres figuras delanteras, al pasado, una nebulosa que representa Juan Carlos I en un segundo plano. Una imagen que pretende resignificar la institución.
PINTORES DE LA CORTE
Para rematar la faena, habría faltado un reflejo sutil del fotógrafo, su rostro sumido en las sombras, apenas entrevisto en un rincón del retrato. Así lo hicieron en otro tiempo dos retinas portentosas: Velázquez, en ‘Las Meninas’ (1656), y Goya, en ‘La familia de Carlos IV’ (1800), un homenaje al primero (para el genial pintor zaragozano solo había tres maestros: Velázquez, Rembrandt y la naturaleza).
Tres composiciones regias en su doble sentido, tres épocas convulsas: la España del barroco, el hundimiento de los absolutismos y este ‘zeitgeist’, que déjalo correr. Debía de ser muy delicado el trabajo de pintor de cámara, como el de fotógrafo oficial en Zarzuela: por un lado, complacer al amo, que es quien paga, y, por otro, huir de la superficialidad cortesana, de las máscaras. El trabajo honesto aspira a cierta verdad. Qué difícil.
ANCIANO Y ACHACOSO
Se ha comentado mucho la foto, la vulnerabilidad del emérito que camina detrás, solo y achacoso, así como la ausencia de una imagen de Felipe y Juan Carlos juntos. Nunca falta quien pretende correr más que la misma vida. La fotografía de la compasión, la imagen que llevará el título «después de todo, es mi padre y es un anciano», llegará a su debido tiempo. Todo está calculado en la operación rescate.
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