Tribuna

Miedos del PSC y ERC que superar

No se avanzará en la resolución del conflicto si ambos bandos no participan en las iniciativas que puedan promover cada una de las partes

Leonard Beard

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Joan Tardà

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El acuerdo presupuestario entre ERC y PSC es tan inevitable que el 'caixa o faixa' de Salvador Illa resulta forzado. Es evidente que la imagen de político responsable y sensato que el dirigente socialista se ha ido construyendo no casa demasiado con un comportamiento lo suficientemente intransigente como para que pueda irse al garete un fuerte incremento de las partidas dedicadas a reforzar los pilares básicos del Estado del bienestar. Sobre todo también si, además, las cifras ya cuentan con el 'placet' de los Comuns y de los agentes sociales. Más allá de los quebraderos de cabeza que puede provocar a sus compañeros del Gobierno de Madrid, que aún necesitan apoyos parlamentarios catalanes.

Que 2023 sea año de inicio de un nuevo ciclo de contiendas electorales ciertamente no favorece la mirada larga en las formaciones políticas. Al contrario, si ERC y PSC no se deshacen del regate tacticista y del dictado de los sondeos podrían enquistarse, dificultando las crecientes voluntades de avanzar en la resolución del conflicto España-Catalunya. Escenario preocupante si se tiene presente que todo lo que no se siembre en los próximos meses corre el riesgo de que, en función de la correlación de fuerzas resultante de las elecciones a Cortes de finales de año, resulte mucho más difícil de encarar.

Por eso, es positivo que Pere Aragonès haya manifestado el compromiso de ponerse manos a la obra y anunciara hace unas semanas que en cuanto las cuentas de la Generalitat estuvieran terminadas presentaría en el Parlament, a las fuerzas políticas y a la sociedad civil el proyecto de Acuerdo de Claridad. Un objetivo que, una vez culminado, pudiera ser suscrito por una mayoría social catalana a fin de concretar una fórmula de referéndum a negociar con el Estado que, al mismo tiempo, generase complicidades internacionales. La respuesta socialista no se hizo esperar: sí al diálogo y al trabajo conjunto para estudiar mecanismos para la profundización del autogobierno (aún no presentados a la ciudadanía ni al Parlament) que posteriormente pudieran pasar por las urnas, pero nada de trabajo colaborativo para un referendo que abriera la puerta a incluir también la opción de la independencia. En conclusión, un plausible escenario de enroque, de bloqueo cruzado que, por conocido, se presenta desalentador por estéril.

Efectivamente, cabe recordar la inhibición del PSC a formar parte de los trabajos parlamentarios de la ponencia de la Comisión del Proceso Constituyente iniciados a principios de 2016. Error del PSC que ERC retroalimentó, aceptando iniciar la tramitación parlamentaria de las leyes de desconexión de 2017 sin tener presente aquellos precedentes.

Superar inhibiciones cruzadas, al menos por parte de los partidos políticos de cultura catalanista, resulta imprescindible para ERC si aspira a alcanzar consensos en torno al debate del Acuerdo de Claridad. De igual modo que tampoco lo podrán lograr las propuestas del PSC sin el concurso de los partidos independentistas.

En definitiva, no se avanzará en la resolución del conflicto si ambos bandos no participan en las iniciativas que puedan promover cada una de las partes, por lo que harían bien las formaciones políticas de desplegar relatos en el interior de sus organizaciones y en la opinión pública que desmonten prejuicios, superen enquistamientos emocionales y fuercen a los dirigentes a asumir riesgos.

En el bando republicano, el debate es vivo. Efectivamente, en el proceso congresual que debe culminar el día 28 de este mes en Lleida ERC debate el cómo articular una mayoría a favor del referendo e, incluso, cómo se pretende hacerlo realidad procedimentalmente. Sin embargo, todavía queda concluir (hay enmiendas vivas todavía para el tramo final) cómo enterrar la praxis de la inhibición y hacer inevitable el concurso de la contraparte. En este punto, resultaría de interés que apareciera en los documentos finales el compromiso republicano de no rehuir la participación republicana en las propuestas que pueda presentar el PSC. ¿Cómo podrá el republicanismo reclamar al PSC la integración en los debates del Acuerdo de Claridad si no se compromete a la vez a participar en los que proponga el líder socialista? Y, en consecuencia, ¿cómo podrá el PSC exigir a Aragonès que no se desentienda de sus reclamaciones si se pone de perfil ante la iniciativa republicana?

La ciudadanía anhela un proceso de resolución democrático, de principio a final, capaz de no generar vencedores ni vencidos. Una alternativa que solo será posible si en esta fase de presentación de propuestas y de inicio del diálogo, tanto con el Estado como entre catalanes en el Parlament y en la sociedad, Aragonès e Illa se comprometen a colaborar y no sabotear las propuestas.

Mirada larga, sí, ¡por favor!

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