La Tribuna

¡Es la mujer, estúpido!

La polémica no se debe al uso de la venganza, ni a los límites que Shakira ha pisoteado, sino que ha estallado porque es la mujer quien la practica

Shakira y Gerard Piqué, el 24 de noviembre del 2019, en un partido de tenis entre Rafa Nadal y Denis Shapovalov, en la Copa Davis de Madrid

Shakira y Gerard Piqué, el 24 de noviembre del 2019, en un partido de tenis entre Rafa Nadal y Denis Shapovalov, en la Copa Davis de Madrid / GABRIEL BOUYS / AFP

Pilar Rahola

Pilar Rahola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No tenía intención de escribir sobre el tema. Primero porque me coge lejos de casa -estoy en Uruguay- y, segundo, porque tengo una cierta tendencia al pudor en cuestiones de naturaleza sentimental. Pero es imposible escapar del debate planetario que la canción de Shakira ha provocado y que ha polarizado a la opinión pública, dividido el mundo entre quienes la consideran la encarnación de la mujer vengativa y quienes la elevan a la Olimpo de las amazonas. O Shakira es una mujer perniciosa que no ha tenido reparos en destripar públicamente el honor del padre de sus hijos, o es un símbolo grandioso que ha recordado al mundo que las mujeres "ya no lloran, facturan". Entre la malvada y la heroína, el debate ha ido mucho más allá de un jugoso cotilleo de faldas, porque ha sacado restos del machismo que vive enterrado, abrumado por la corrección política.

Lo apuntaba Júlia Otero en su editorial en la radio y lo remachaba Joana Bonet en un artículo: la polémica no nace por la canción, sino porque es una mujer quien la canta. La hemeroteca musical está plagada de hombres traicionados que han ventilado su herida en canciones de revancha, clamores de dolor público que hemos hecho nuestros, como si hubiéramos sufrido la deslealtad en la propia piel. Y, en general, estas canciones de corazón roto suelen ser muy populares, sobre todo si se sabe cuál es la mujer que ha causado el estropicio. ¿Se piensa en estas mujeres expuestas públicamente, en los hijos de la pareja, en la vergüenza de hacerlo público, cuando las disfrutamos? Nunca, porque la idea de que un creador utilice su dolor sentimental como materia creativa está perfectamente asumida... si es un hombre. Bonet lo expresaba con precisión: las mujeres deben ser "unas señoras" cuando se separan. Es decir, callar, entender y mantener la discreción. Y si la mujer rompe ese compromiso no escrito, entonces es una reventada y una histérica.

Es cierto que ha habido mujeres como la gran Paquita la del Barrio que han roto este círculo de forma muy contundente, pero si su canción 'Rata de dos patas' es tan famosa es justamente porque es muy excepcional. La mujer abandonada debe conformarse. El hombre, en cambio, puede lanzar su ofensa a los cuatro vientos porque, al fin y al cabo, está profundamente insertada la idea de que una deslealtad femenina es una cuestión de honor y una masculina, un resbalón comprensible, y por eso el hombre herido puede permitirse la rabia pública. Es la bofetada cinematográfica de Glenn Ford en Rita Hayworth cuando su personaje Gilda despliega toda su sensualidad al quitarse el famoso guante. Una imagen, por cierto, que hoy tipificaríamos como un gesto de violencia machista, pero que en ese momento fue considerado un método necesario para poner a la mujer “en su sitio”.

Shakira ha invertido los papeles porque ha hecho como muchos cantantes masculinos antes que ella, pero desde la furia femenina. Y no nos engañemos, es esa condición la que hace estallar el escándalo. Ha puesto voz a la mujer empoderada, la que no necesita un hombre, la que no acepta el rol de víctima, la que señala al hombre infiel, la que expone su herida sin pudor. Ciertamente es una mujer ofendida y es evidente que limpia la ofensa con la venganza, y, en este sentido, puede haber un debate sobre esta necesidad de venganza pública: ¿es pertinente, es sano, es necesario? En cualquier caso, seguro que no elegante, ni es la forma de romper una relación, porque la venganza como catarsis es una reacción básica de muy poca elaboración intelectual. En pocas palabras, es un gesto de profunda inmadurez.

Pero la cuestión no es que se polemice sobre la venganza, ni sobre los límites que Shakira ha pisoteado (entre otros, el patético ataque a la otra mujer del triángulo) sino que estalla mundialmente porque es la mujer la que la practica. Dicho de otro modo, es el machismo el que alborota las aguas y despliega toda su estupefacción. Shakira les ha dicho a las mujeres que pueden hacer lo que quieran, incluso proclamar a su rabia al mundo. No ha sido una señora, por supuesto, pero se ha hecho sentir como una mujer. Quizás el otro lado ha actuado con más elegancia en la ruptura, pero tampoco es de muy "señor" ser reiteradamente infiel, por lo que la cosa debe de estar a la par. Sea como fuere, mejor el grito de la mujer ofendida que sus lágrimas.