Artículo de Ruth Ferrero-Turrión

Bulgaria ¿un nuevo ‘enfant terrible’ en la UE?

El bloqueo a la adhesión del país al espacio Schengen en diciembre es un nuevo argumento anti-EU y deja el camino expedito para la entrada de propaganda rusa en el país

Una mujer pasa frente a un cartel que muestra al presidente ruso, Vladimir Putin, sosteniendo su propio cuerpo, mientras continúa la invasión rusa de Ucrania, en Sofía, Bulgaria.

Una mujer pasa frente a un cartel que muestra al presidente ruso, Vladimir Putin, sosteniendo su propio cuerpo, mientras continúa la invasión rusa de Ucrania, en Sofía, Bulgaria. / REUTERS / Spasiyana Sergieva

Ruth Ferrero-Turrión

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La influencia de Moscú no es algo de lo que sorprenderse. Son muchos y fuertes los vínculos que les unen, pero fundamentalmente de naturaleza histórica y económica. La primera tiene que ver con un profundo sentimiento prorruso anclado en la memoria colectiva, más allá de la época soviética, y que se remonta al papel jugado por Rusia durante el proceso de independencia nacional búlgaro del Imperio Otomano y que se materializó en 1908. La segunda es el control del sector energético búlgaro.

En el momento de la invasión rusa de Ucrania se encontraba en el poder un Gobierno de coalición de centro derecha liderado por Kiril Petkov, un tecnócrata formado en Harvard, y que se comprometió a luchar contra la corrupción como mal endémico del país, y desde febrero adoptó una postura inusual en la política búlgara en relación con Rusia. Expulsó a 70 diplomáticos acusados de espionaje y fue, junto con Polonia, de los primeros países en ver cortados sus suministros de gas al negarse a pagar en rublos a Gazprom. Estos hechos aceleraron el cambio de la percepción que la población búlgara tenía en relación con Rusia como socio estratégico pasando del 45% al 30% en apenas unos meses, la imagen de Putin se vio también muy afectada pasando del 70% al 29%. 

La caída del Gobierno en verano, apenas seis meses después de ser elegido, agrava la profunda crisis política por la que atraviesa el país que ha celebrado en año y medio cuatro elecciones generales y, si no consigue formar Gobierno en los próximos días se vería abocada a una nueva convocatoria electoral. Bulgaria sufre la peor crisis política desde 1989 y navega sobre aguas inciertas. Y es en esas aguas donde mejor se manejan las redes corruptas que 'de facto' controlan el país.

En el contexto de la UE lo que suceda en Bulgaria puede ser clave por, al menos, dos razones. La primera porque Bulgaria podría desempeñar un papel clave en el suministro de energía a través del gasoducto que la conecta con el Transadriático, la segunda porque una alianza entre Sofía y Budapest podría bloquear las sanciones contra Moscú. De hecho, en esta situación y a la espera de un nuevo Gobierno, el presidente Radev ha comenzado a recomponer las relaciones con Gazprom para asegurarse los suministros de gas perdidos. 

Y en esta situación todo es susceptible de empeorar. La decisión de Países Bajos y de Austria de bloquear la adhesión a Schengen de Bulgaria y Rumanía en diciembre, sin duda está también teniendo un impacto en la política interna del país en donde ya se han comenzado a detectar sus efectos, se fortalece la retórica de las fuerzas políticas prorrusas más populistas que ahora cuentan con un nuevo argumento anti-EU y se deja el camino expedito para la entrada de propaganda rusa en el país. La percepción es clara, y el último Eurobarómetro así lo muestra, Bulgaria es el país, junto con Grecia y Eslovaquia, que menos aprueba el apoyo ofrecido a Ucrania por parte de la UE. 

Y en estas circunstancias los ciudadanos y ciudadanas búlgaros esperan y desesperan a la conformación de un nuevo gobierno o, lo más probable, a la convocatoria de unas nuevas elecciones, serán las quintas en dos años.

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