Artículo de Albert Soler

El pobre Macron no sabe dónde se mete

Mientras Aragonès irá de salón en salón intentando que alguien que no sea un camarero le atienda en sus reivindicaciones, Junqueras estará berreando contra la cumbre en el exterior para demostrar que a gritar no hay quien gane a los catalanes

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron. / Kai Forsterling/EFE

Albert Soler

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ERC va a participar en la cumbre franco-española de Barcelona y también va a manifestarse contra la misma, y lo hará al mismo tiempo, confirmando así que sus siglas significan Estamos Rematadamente Chiflados. Estar en contra de un acto en el que uno participa está al alcance solo de grandes mitos de la historia como el doctor Jekyll, que se convertía de vez en cuando en míster Hyde, aunque ni siquiera él fue capaz de adoptar las dos personalidades a la vez. Mientras Pere Aragonès, el niño barbudo que juega a gobernar Catalunya, irá de salón en salón intentando que alguien que no sea un camarero le atienda en sus reivindicaciones, Oriol Junqueras estará en el exterior, berreando contra la cumbre para demostrar que a gritar no hay quien gane a los catalanes.

El pobre Macron no sabe dónde se mete. Él está acostumbrado a vérselas con los del Frente Nacional, que tendrán sus cositas pero por lo menos no padecen desdoblamiento de la personalidad. Por si no tuviera suficiente con ver por el rabillo del ojo que cada vez que hace un aparte con Pedro Sánchez, se les acerca un chaval que parece balbucear algo sobre la lengua catalana en Francia y no sé qué corredor mediterráneo -hay que ver lo mal que llevan la seguridad los españoles, que se les cuelan escolares en los actos oficiales-, ahora también oye gritos en el exterior, así no hay quien se concentre en temas de estado, 'sacrebleu'. 

-Son los catalanes, que protestan porque se celebra una cumbre en la cual participan los catalanes -le va a tener que explicar Sánchez a su invitado.

-'Ils sont fous, ces catalans' -responderá el francés, remitiéndose a los clásicos de la literatura gala.

No es que estén locos, o no solo es eso. Que Junqueras sea quien lidere a los cuadros de ERC que protestarán contra la cumbre en la que participa el primer presidente de la Generalitat de ERC desde Tarradellas, no puede ser debido solo a trastornos psíquicos. En esas cumbres -Junqueras se relame cuando lo piensa- no faltan las pitanzas, e imaginar que un alfeñique como Pere Aragonès esté desaprovechando tal cantidad de manjares, le remueve las tripas, y no precisamente de hambre. Su deber patriótico y dietético es mostrar disconformidad ante tal desperdicio, hacer saber al mundo que el líder que merece estar sentado a la mesa es él, enseñándoles a los franceses que su Obélix es un don nadie.

Dorothy Parker tiene un relato -no sé qué hacen ustedes leyendo EL PERIÓDICO en lugar de lanzarse a por Dorothy Parker- llamado 'Cara de caballo', protagonizado por una enfermera, gran profesional, pero de aspecto muy semejante a un equino. Hasta tal punto llega su semblanza caballar que el cabeza de familia del hogar donde presta servicio, cada vez que la mira fijamente, queda fascinado, esperando el brusco movimiento de cuello y el relincho. Sentados a la mesa, debe reprimir las ganas de poner una manzana al alcance de su boca, para que la muerda.

Con Oriol Junqueras me sucede algo parecido, aunque con un buey. Cuando aparece por televisión no escucho lo que sea que esté diciendo, lo veo con un cencerro al cuello y tirando de un carro bajo un yugo, uno de verdad, no el del Estado español que tanto le aprisiona. Aunque lo saquen en la tele manifestándose en Barcelona, yo lo estaré imaginando pastando allá por Kobe, arrasando todos los campos de forraje del Japón, desatando la hambruna en aquellas islas.

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