Artículo de Sergi Sol

El dilema de mi madre (indepe)

Es curioso que gente como ella se halle en la tesitura de asistir o no a la manifestación, puesto que ha ido a más manifestaciones indepes que sumando todas las asistencias de Puigdemont y sus ministros a lo largo de sus vidas

El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, y dirigentes de Junts, ERC y CUP, así como representantes de las entidades, en el acto de Òmnium Cultural con motivo de la Diada de 2022.

El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès, y dirigentes de Junts, ERC y CUP, así como representantes de las entidades, en el acto de Òmnium Cultural con motivo de la Diada de 2022. / Jordi Cotrina

Sergi Sol

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No hay nada para estimular pasiones como lanzar una soflama para soliviantar el ánimo. Y eso es justamente lo que ha hecho, con la habitual torpeza, el ministro Bolaños para justificar la cumbre hispanofrancesa en Barcelona. No se le ha ocurrido nada más, para defender el evento públicamente, que será una demostración de que el independentismo está acabado. En fin, llevar mejor la presión de la derecha debería ir con el cargo.

Eso va a echar a la calle incluso a mi madre, que luego del bochornoso espectáculo a cuenta del quinto aniversario del 1 de Octubre, nos dijo que no volvería a manifestación alguna que promoviera el consell de Puigdemont o sus adláteres. En aquella ocasión abandonó el acto indignada con los abucheos e insultos a Carme Forcadell por parte de los más entusiastas seguidores de Puigdemont. Y compungida, por cuanto ningún orador –ni su respetado presidente de Òmnium Cultural- salió al paso de tanta indignidad y mala educación.

Ahora va a volver, luego también de escuchar que los de Oriol Junqueras secundan la manifestación. Veremos si esta vez vuelve a casa feliz o triste. Si se repiten las deplorables escenas de los más iracundos y la pasividad y el silencio cobarde de otros. O si, por el contrario, reina el sentido común, es una manifestación en positivo y transversal que, para empezar, debería tener un lema inclusivo, de país.

Es curioso que gentes como ella –enfermera jubilada de Bellvitge- se hallen en esta tesitura –con el dilema de asistir o no- puesto que mi madre, a lo largo de su vida, ha ido a más manifestaciones indepes (o sindicales) que sumando todas las asistencias de Puigdemont y sus ministros a lo largo de sus vidas. O que ella, que tiene cariño a gente como Junqueras –iba con una camiseta con el rostro del líder de ERC a las manifestaciones cuando este estaba en la cárcel-, tema que los seguidores más radicales de Puigdemont puedan increparla por ese motivo. Suerte que en ese tipo de manifestaciones nadie tenía en consideración qué votaba el de al lado.

Persiste la duda de si, a Puigdemont, el quinto aniversario del 1 de Octubre –que instrumentalizó a su antojo- se le fue de las manos o quería precisamente lo que ocurrió. Lo cierto es que para cerrar el acto no sólo no recriminó abucheos o insultos si no que pareció estar cómodo con ello, para gozo de sus entusiastas. Claro que, a decir verdad, nadie de los que subió a la tarima fue capaz de mostrar su repulsa. Veremos si hay propósito de enmienda y cuál es el ambiente previo que generan; en particular, a través de las redes sociales.

Òmnium Cultural es hoy –de entre los convocantes- la única entidad que defiende y promueve convocatorias amplias e inclusivas. Esa es una garantía, siempre que se tomen medidas que aíslen cualquier actitud crispada y carente de respeto. Incluso para el ministro Bolaños, que ha obrado el milagro de lograr que mi madre –y tantas otras madres- vuelvan a la calle para dejar bien claro que hay consensos, como el del ejercicio del derecho de autodeterminación, que son ampliamente compartidos en Catalunya. 

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