Desperfectos

La ausencia del centro

Sin liderato y por falta de imaginación política de los partidos que podrían converger en su sedimentación, el centro político catalán carece de su debido peso electoral

El primer secretario del PSC, Salvador Illa, atiende a los medios en Premià de Mar

El primer secretario del PSC, Salvador Illa, atiende a los medios en Premià de Mar / ACN

Valentí Puig

Valentí Puig

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La costumbre es decir que al centro político se le echa en falta incluso sabiendo no existe. Para la sociedad catalana, la ausencia de centro es una dislocación y mucho más tras los desperfectos del 'procés'. Un zócalo de votos predispuestos a la moderación y al centro amplio, tanto como a la ley y al orden, está ahí, fatídicamente persuadido de que esa ausencia no tiene remedio. Sin liderato y por falta de imaginación política de los partidos que podrían converger en su sedimentación, el centro político catalán carece ahora mismo de su debido peso electoral. 

Para las elecciones municipales, con la campaña ya iniciada, es difícil suponer que aparezcan plataformas, coaliciones, sumas, multiplicaciones o ligas ciudadanas que representen una oferta significativa de centro con raigambre constitucional. Eso deja casi fuera de juego la moderación, un 'mainstream' frente al 'posprocés', la nueva izquierda y la nueva derecha, una alternativa a futuros tripartitos en el ayuntamiento de Barcelona. No se puede decir que el 'procés' haya contribuido al auge que Barcelona necesita, sino todo lo contrario. El nacionalismo catalán siempre desconfía de la Barcelona metropolitana. Ahora ERC busca esos votos, con el diputado Rufián como agrimensor.

La opción Illa va quedando lastrada por las urgencias de apoyo parlamentario que tiene Pedro Sánchez. Después del Pacto del Tinell, un PSC atado a ERC es un automatismo de 'replay'. Un político como Illa, bien predispuesto a reducir turbulencias, tiene ante sí un escenario impropio. Exista o no el efecto Núñez Feijóo, por el momento es previsible que deje entre paréntesis la refundación de su partido en Catalunya. Ya ni asombra que el PP de Catalunya haya perdido décadas con cambios de cabezas de lista, dependencia rígida de las tácticas de la calle Génova y sin una estrategia coherente para persuadir al electorado catalán. Ciutadans está en una situación precaria y alicaída, Valents es una incógnita. Vox juega en otro tablero. La anemia del centro ancho se contagia. Por si hacía falta, no hay un centro químicamente puro. En sus mejores momentos, la inteligencia del centro consiste en conseguir ser eje más que bisagra. Ahora tiene más demanda que oferta, más inercia que voluntad política. Quizás fuese formulable un horizonte 'high tech' con un núcleo de ideas claras. Entre tantas cosas sería distinguir entre identidades y políticas identitarias, entre maximalismo y política real, entre autonomismo y caos. Es la hipótesis de una coalición 'start up' de centro, con líderes de proximidad.  

Según el profesor Gil Troy, se gobierna desde el centro, condimentándolo con las ideas que sean propias del centro-derecha o, respectivamente, centro-izquierda. Interesadamente, desde la izquierda el centro se considera un camuflaje para el lobo feroz de siempre y, desde la derecha, una blandura, una tibieza sin convicciones. Es peor: el cordón umbilical del centrismo son las clases medias pero en estos días andan muy averiadas. Incluso así, sabemos que o bien la sociedad articula sus preferencias con sensatez o los extremos se juntan. Por eso el centrismo es una buena respuesta a la dialéctica amigo-enemigo. En cuanto a definir valores, tendría que hacerlo la sociedad civil y esas cosas dan muchísima pereza.