Obituario Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Lluís Magriñà: el hombre cuyo evangelio fue la cooperación internacional
El jesuita fundador de Intermón ha muerto en un accidente a los 76 años. El trabajó que desarrolló durante toda su vida, reflejado en la labor de la oenegé, brotó del convencimiento de que una institución nacida en el ámbito de Iglesia podía ir más allá de sus límites y ayudar a toda la sociedad.

Lluís Magriñà. /
El mundo de la cooperación internacional de nuestro país está de luto, y más concretamente la fundación Oxfam Intermón y el Servicio Jesuita para los Refugiados (JRS). Un fatal accidente ha hecho desaparecer a la persona que fue clave en la transformación de Intermón en una de las principales oenegés de nuestro país. En el año 79 tomaba las riendas de Misión y Desarrollo, que era la oficina de los jesuitas de Catalunya para ayudar económicamente a los proyectos sociales propios, principalmente en América Latina, pero también en África e India. Un puñado de trabajadores gestionaban el envío de dinero y su rendición de cuentas. Pero, al cabo de un par de años, Lluís Magriñà tuvo la intuición de convertir esta oficina en una verdadera fundación de desarrollo de lo que se llamaba entonces el Tercer Mundo: nacía Intermón, al calor de una nueva conciencia social que estaba convencida de la necesidad de compartir el progreso económico de los últimos decenios con otros países. Eso era posible porque España se veía ya a sí misma como del Primer Mundo. De la misma manera, esta conciencia de corresponsabilidad global también crece hoy en países emergentes. Hace pocos años se fundó Oxfam-México, por ejemplo.
Con ese nombre, suscitando una interrelación mundial, iban creciendo las oficinas, delegaciones y tiendas de Intermón en toda España. Había sobrepasado ya los límites de la Iglesia para ayudar a cualquier proyecto que tuviese un impacto directo y efectivo en proyectos de desarrollo. Si Magriñà pudo crear Intermón es porque estaba convencido de la posibilidad de que una institución nacida en un ámbito de Iglesia podía ir más allá de sus límites y ayudar a toda la sociedad. Siguiendo esta inspiración, Intermón se integró después, en 1997, en la gran federación Oxfam.
Entretodos
Lluís Magriñà fue director durante 15 años. Recientemente, volvió a una organización ya transformada en Oxfam-Intermón: se incorporó a su patronato. A pesar del cambio radical del mundo de la cooperación de estos años (y de los cambios que están por venir), Lluís continuaba siendo profundamente inspirador para la organización.
Esa inspiración la extraía no solo de una capacidad de gestión y visión envidiables, sino de una capacidad de mirar siempre más allá. Era un hombre de amplios horizontes. Por ello, su mirada se había dirigido especialmente hacia África subsahariana, donde vivió unos años, particularmente en Chad.
La Compañía de Jesús internacional había sentido la llamada a responder al drama de los refugiados en el mundo a finales de los 70, y Lluís quiso conocer esta realidad en África. Su experiencia sobre el terreno le llevó después a Roma en la década del 2000, para dirigir el Jesuit Refugee Service: la principal organización católica dedicada a los refugiados, presente en gran parte de los campos de refugiados actuales del mundo.
De vuelta a España, se le encargó otra tarea directiva: la de ser Provincial de los jesuitas de Catalunya, y posteriormente la dirección de la Cova de Manresa, donde fue impulsor de la internacionalización de este centro de espiritualidad y de la transformación de su santuario.
Noticias relacionadas¿Qué movió a este hombre, jesuita y sacerdote, a hacer todo lo que hizo? Una pasión por el Evangelio de Jesús entendido como una unión inseparable entre la misión de la Iglesia y el desarrollo del ser humano. Es decir, para él no había transmisión auténtica del evangelio si no se verificaba en la preocupación por las condiciones materiales de las personas, fueran del país que fueran. Jesús predicó a Dios como padre al mismo tiempo (¡y en el mismo acto!) que curaba a enfermos, leprosos, ciegos, cojos… De esta manera, la preocupación por la suerte (material, de dignidad, de reconocimiento…) de millones de pobres de nuestro mundo no era para Lluís Magriñà una mera tarea “secular” o “laica”, sino una verdadera tarea religiosa en cuanto a su sentido. Dejando que otros compañeros sacerdotes se centrasen en tareas pastorales, él quiso visibilizar que no hay Iglesia sin servicio social universal.
Ante la presión de unos de recluir a la Iglesia en sus sacristías, y ante la tentación identitaria de otros de reducirla a la visibilidad de sus sotanas y de sus cruces, conviene reivindicar la figura de nuestro querido Lluís Magriñà. Descansa en paz.