Parece una tontería

El famoso telescopio

Parets astronomía

Parets astronomía / ayuntamiento de Parets

Juan Tallón

Juan Tallón

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Justo hace un año, los Reyes Magos tuvieron la idea de regalar a mi hija un telescopio. Cuando lo vi en el salón, al lado del árbol, solo me salió decir «Hostias con los Reyes», del asombro. Cuánta gloria. Me pareció uno de esos aciertos mayúsculos, rotundísimos, en los que, de vez en cuando, incurren estas figuras míticas de Oriente. No hay por qué ocultar que algunas navidades dan palos de ciego. La historia de todos los niños y mayores está salpicada de regalos olvidables, abandonados a los pocos días, cuando no sustituidos a la mañana siguiente. Pero no seamos mezquinos y hagamos como que siempre aciertan: no hay nada que, a la larga, no se recuerde con nostalgia y cariño. Las críticas, después de todo, son desahogos de primer minuto.

Helena llevaba meses diciendo que le gustaría ver más de cerca la luna, algunas estrellas, sus conexiones secretas, y que el Planetario de A Coruña es uno de sus lugares preferidos del mundo, como si a los siete años ya lo hubiese visto todo. Así que con el telescopio los Reyes, francamente, lo clavaron. La niña casi se vuelve loca al verlo, y yo casi lloro, porque pensé que, en el fondo, el telescopio era más para mí que para ella.

Le arrancó con entusiasmo el papel en el que venía envuelto, que, como se sabe, es el mejor momento de un regalo, y después simplemente exclamó «¡¡Aaahhh!!». No se lo podía creer. Me pareció que iba a ser difícil que fuese más espectacular por dentro que por fuera de la caja. Pero aún así, Helena se precipitó a abrirla, y allí estaba, dentro a su vez de una mochila, en pequeñas partes, aguardando a ser ensambladas y, entones sí, ser un telescopio del todo. El Sr. Telescopio. Llegué a montar el trípode. Finalmente, fue casi un telescopio.

La vida ofrece a menudo resistencia, de modo que afrontas una dificultad, la doblegas, y te diriges a otra, y así siempre. Entremedias, procuras divertirte, ponerte enfermo, recuperarte, comer cosas ricas. Pero el famoso telescopio instauró una dictadura de obstáculos que no tardaron en diluir nuestro júbilo. Gracias a que se podía configurar rápidamente, sin herramientas adicionales, y estaba diseñado para los niños y los principiantes en la astronomía, un año después no hemos conseguido ver nada a través de él. Pongo y retiro lentes, oculares, aprieto, aflojo, ajusto, intercambio, y nada. Quizás es que ha pasado poco tiempo, y que las instrucciones empiezan a entenderse después de leerlas cien veces, como 'Pedro Páramo'.

Ya nadie se acuerda del telescopio, que se ha vuelto decorado, sobre su trípode. Tiene estatus de recuerdo, de juguete roto, de pila gastada, de portarretratos. Pasas a su lado y no lo ves, como cuando vas al cementerio y, buscando una tumba, pisas otras y ni cuenta te das, porque parecen piedras. Mi esperanza ya solo radica en que alguien venga un día de visita a casa y coloque las piezas en el sitio correcto, o nos diga que estábamos mirando por el lugar equivocado, y el telescopio deje de ser el regalo de Reyes tristemente célebre. Ha pasado ya un año. No aguantamos más. ¡Socorro!