Gárgolas | Artículo de Josep Maria Fonalleras

El aviso de la fragilidad

No es nada recomendable pensar que las fichas de dominó que están cayendo en China no acabarán por derribar el inestable castillo de naipes en el que habitamos

Control COVID a pasajeros procedentes de China en el aeropuerto de Incheon, en Corea del Sur.

Control COVID a pasajeros procedentes de China en el aeropuerto de Incheon, en Corea del Sur. / EFE

Josep Maria Fonalleras

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Hace tres años, por estas fechas (bueno, a finales de diciembre), nos llegaban unas noticias de China que muchos se tomaron como naranjas. De la China, por supuesto. Es decir, lo miraban (¡nos lo miramos!) con una mezcla de displicencia y de vago interés sociológico. Aquellas cosas que pasan lejos, muy lejos, esa manía de comer murciélagos o de comprar animales exóticos como el pangolín en mercados de dudosa higiene sanitaria. Una anécdota más que apenas llenaba un pequeño rincón de la información internacional. Mírense las hemerotecas. Sucedió exactamente así. Luego, no hace falta recordar qué vino. Hace tres años. Con esto quiero decir que no es nada recomendable pensar que las fichas de dominó que están cayendo en China no acabarán por derribar el inestable castillo de naipes en el que habitamos. Las cifras son estremecedoras y, aunque todavía parecen inciertas, nos hablan de una situación tirando a catastrófica. 250 millones de infectados por covid en tres semanas de diciembre, con 37 millones de enfermos diagnosticados en un solo día, el 20.

Cuando veíamos ese control draconiano, aquellos edificios convertidos en barrios y los barrios convertidos en prisiones, cuando se levantaban de la nada hospitales, pensábamos que, puestos a luchar contra una pandemia tan siniestra, quizás era mejor vivir en una dictadura que imponía normativas militares que en una democracia que debía aprobar medidas sanitarias después de negociar consensos. Las dicotomías entre salud y economía, entre libertad individual y necesidades colectivas, han estado a la orden del día en toda la época que nos ha tocado vivir, mientras contemplábamos cómo en China descubrían la primera vacuna y volvían a recluir a toda la población y se establecían criterios de protección de una severidad extrema. De repente, todo aquello se desvanece y resulta que nada era lo que parecía. Ya no lo miramos, como entonces, como si de una peculiaridad regional se tratara, sino como el hipotético nacimiento de un tsunami que acabará llegando, otra vez, a casa. Pensábamos que la pesadilla había terminado y resulta que volvemos a recibir el aviso de la fragilidad. "Si no sale una nueva variante", dicen los expertos, "tenemos que estar tranquilos". Ciertamente, es un buen inicio del 23.

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