Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial
Editorial
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Nuestros mejores augurios
En medio del ruido político y mediático seguiremos apostando por un periodismo tranquilo que ejerza la crítica pero que genere también esperanza
Nunca como a inicios de año es más oportuno recordar que “qui dia passa, any empeny”, un refrán catalán que tiene su equivalente castellano: “Cada día tiene su afán”. Así, en el momento de hacer balance del año que se cierra y del año que se abre, es obligado recordar las malas noticias que ensombrecieron el 2022, pero también lo es expresar los mejores augurios para el 2023. En medio del ruido político y mediático, que alimenta la ‘fatiga informativa’ como una de las variantes de la ‘fatiga pospandémica’, seguiremos apostando por un periodismo tranquilo que ejerza la crítica pero que genere también esperanza.
Es verdad que desde hace más de una década, con la crisis financiera de 2008 como telón de fondo, se han ido encadenando una sucesión de años en blanco y negro tanto en el plano internacional y europeo como en la escena española y catalana. Una mala racha que se contrapone con el clima que se vivía en la Barcelona olímpica de 1992, de la que hemos celebrado el verano pasado el 30º aniversario, cuando la capital catalana se había revelado de nuevo como la ‘ciudad de los prodigios’. Sin embargo, entonces como ahora, la ciudadanía supo estar a la altura: acompañando el proyecto olímpico en momentos de euforia y mostrando su capacidad de resiliencia en tiempos de pesadillas.
Desde esta perspectiva, la respuesta europea a la pandemia del coronavirus no repitió los errores de la política de austeridad que agravó, en el plano social, el impacto del ciclo de crisis económica iniciado en otoño del 2008. No obstante, en el año que cerramos, la agresión de la Rusia de Putin contra Ucrania ha hecho renacer la guerra en las fronteras políticas de Europa y ha ensombrecido la recuperación económica. La UE ha hecho frente a las consecuencias de la guerra tanto de puertas afuera, con la ayuda militar y humanitaria a Ucrania, como de puertas adentro, para afrontar la crisis energética y la escalada de precios. Todo ello, sin olvidar el reto de la urgencia climática: cómo preservar el planeta que dejaremos en herencia a nuestros hijos.
A estos desafíos globales se añade, en el plano español, la crisis institucional. Las responsabilidades son compartidas por el PSOE, el principal partido de la coalición de gobierno, y por el PP, el primer partido de la oposición, pero su política del ‘cuanto peor, mejor’ no responde a las exigencias que plantea el actual contexto de crisis europea y solo se explica por cálculos electorales a corto plazo. En efecto, el año electoral que abrimos –elecciones municipales y generales– no será propicio para que se recupere la institucionalidad perdida, pero lo mínimo exigible sería que no se deteriorase aún más.
La política catalana, mientras tanto, ha recuperado la senda de la racionalidad en el año del quinto aniversario del 1-O. La ruptura de la coalición de gobierno ha situado la gestión en el centro del debate. El ‘president’ Aragonès, en franca minoría, ha sabido diferenciar entre la aspiración legítima a la independencia y los instrumentos para lograrla: la propuesta de un pacto de ‘claridad’, más allá de su viabilidad jurídica, entierra la vía unilateral. Es evidente, además, que la desjudicialización –una apuesta arriesgada del presidente Sánchez– ha tenido efectos positivos que debería considerar todo político con visión de Estado.
Como decíamos al inicio, en medio del ruido político seguiremos apostando por un periodismo tranquilo que sitúe la agenda cotidiana en el centro de nuestras propuestas informativas: desde la defensa de un progreso económico que sepa integrar las nuevas demandas sociales y los imperativos del cambio climático hasta el combate permanente contra la lacra de la violencia de género. Desde la crítica y con renovada esperanza, nuestros mejores augurios para el 2023.
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