Tribuna

Benedicto XVI: un libro abierto

El papa Benedicto XVI, tras ser elegido, saluda a los peregrinos desde el balcón de la basílica de San Pedro, en El Vaticano, el 19 de abril del 2005.

El papa Benedicto XVI, tras ser elegido, saluda a los peregrinos desde el balcón de la basílica de San Pedro, en El Vaticano, el 19 de abril del 2005. / PATRICK HERTZOG / AFP

David Abadías

David Abadías

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El lema del papa Inocencio IV era 'Sedens ago' (hasta cuando descanso, trabajo). Seguramente, cuando el cardenal Ratzinger fue escogido nuevo papa sentía algo parecido. A él, que quería retirarse, le tocaba ahora trabajar más que nunca. Tuve la oportunidad de estar en la plaza de San Pedro, aquel 19 de abril de 2005. Llevaba dos años estudiando en Roma y, al saber que había fumata blanca, corrimos hacia el Vaticano. Todos tratábamos de meternos en una plaza enorme que se había vuelto pequeña. El nombre del cardenal Josep Ratzinger estaba en boca de todos. El suyo y el del cardenal de Milán, Carlo M. Martini... El escogido fue él y no hubo sorpresa. Él presidió las exequias de Juan Pablo II y él también era quien conocía mejor la Curia Romana, y que podía ponerse a trabajar al día siguiente mismo de ser escogido. Era el candidato.

No todo el mundo lo veía así. De hecho, no pocos quedaron desilusionados. La imagen que de él se tenía iba muy unida a su cargo de prefecto de la Congregación por la Doctrina de la Fe (antes Sagrada Congregación del Santo Oficio, y antes aún Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición). Y esta era la imagen más potente que se tenía de él. Una imagen que iba unida a las sombras de la historia, unas sombras que se asociaban (injustamente) a él. Pero entonces fue el momento para conocer de verdad quién era Joseph Ratzinger. Junto a los prejuicios, se oían voces que hablaban muy positivamente de él, gente que le había conocido de cerca: que sabía de su gran humildad, equiparable a su gran inteligencia. Porque, sin lugar a dudas, es de las mentes más brillantes que ha tenido la Iglesia de los siglos XX y XXI. Entonces, alguien nos dijo: "Al papa Ratzinger, para comprenderlo hay que leerlo". Ciertamente, veníamos del gran pontificado de Juan Pablo II, el papa que se comía a las multitudes, que conectaba con todos, que viajaba por todas partes, que despertaba pasiones... ¡un gigante! Y ahora nos encontrábamos con un pontífice más tímido, que prefería la tranquilidad, el encuentro personal..., y que ahora se veía abocado, casi de forma brusca, al gran atrio del mundo. Pero tenía razón: si queríamos entenderlo había que leerlo.

Para saber quién era Benedicto XVI, entrar en su corazón y conocer su experiencia de Dios recomiendo leer sus tres (breves) encíclicas: 'Deus Caritas est' (2006), 'Spes salvi' (2007), 'Caritas in Veritate' (2009). Escritas de su puño y letra, sin intermediarios entre él y el lector. Y si se quiere saber qué pensaba de todos los temas de actualidad, hay que leer los libros-entrevista que le hizo Peter Seewald cuando era cardenal ('La sal de la tierra', 1996) y después papa ('Luz del mundo', 2010). Una ventana abierta a su más personal pensamiento. Conversación sin filtros, donde habla honestamente, casi ingenuamente, ante un mundo que a menudo destroza a quien se atreve a exponerse y mostrarse tal y como es.

Y aún, si se quiere saber cuál ha sido su vida, su proceso humano y personal, su recorrido espiritual e intelectual, sus sueños y anhelos, dificultades y inquietudes, retos y aciertos, recomiendo una obra maestra, una espléndida biografía ('Benedicto XVI. Una vida', 2020). Tiene más de mil páginas, pero igualmente es una obra maestra. Por tanto, si queremos entender quién fue Benedicto XVI hay que leerlo. Posiblemente, esto lo hará poca gente; y, en cambio, muchos hablarán de él sin saber. No es justo. Pero así somos los humanos. De todas formas, puedo decir que desde que le vi salir al balcón de la plaza de San Pedro aquel lejano 2005 hasta ahora, a finales del 2022, mi pensamiento sobre Benedicto XVI ha madurado. Creo que es uno de los mayores pontífices que hemos tenido. Ha buscado sinceramente la verdad. La ha buscado y la ha amado, ya desde que era un joven seminarista en Frisinga, y nunca ha dejado de buscarla en su vejez. Hombre de visión profunda, con cierto tono profético (recomiendo su discurso sobre el futuro de la Iglesia en 1969, transcrito en el libro 'Fe y futuro', 2007). Un hombre que, estoy seguro, ha llorado con sincero arrepentimiento sus errores y nunca se ha vanagloriado de sus aciertos. Un último apunte: sobre la película 'Los dos Papas' (2019), que aunque me gustó creo que no es justa la imagen que da del papa Benito. Él ha tenido un corazón humano, bueno y sabio.