La campaña militar (80) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Ucrania, ¿más allá de los Patriot?

Ha ido creciendo la implicación política de los países que se han alineado con Kiev y los militares ucranianos han demostrado una extraordinaria capacidad de aprendizaje para rentabilizar esas ayudas en su beneficio frente al invasor

Así es el sistema antimisiles Patriot que Estados Unidos enviará a Ucrania

Así es el sistema antimisiles Patriot que Estados Unidos enviará a Ucrania. / ZML

Jesús A. Núñez Villaverde

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Ni su situación económica ni su industria de defensa permitían imaginar que Ucrania estuviera en condiciones de resistir la invasión rusa, por muy alta que fuera la voluntad de resistencia de la población y de sus fuerzas armadas. Lo que se entendía entonces era que sus capacidades militares eran claramente limitadas e inferiores a las que Moscú estaba movilizando en torno a sus fronteras. Y de ese cálculo se derivaba un funesto pronóstico para los intereses de Kiev.

Sin embargo, pronto quedó de manifiesto que la situación real era muy distinta. Por un lado, el poder militar ruso pronto quedó desacreditado por una pésima planificación y ejecución de las acciones sobre el terreno. Por otro, Ucrania enseguida logró vencer las dudas de un creciente numero de países que, secuencialmente, se aprestaron a suministrarle equipo, material y armamento cada vez más complejo y avanzado, hasta el punto de que le ha permitido no solamente resistir la invasión, sino tomar la iniciativa y recuperar más de la mitad del territorio que Rusia le había arrebatado por la fuerza.

Resulta muy ilustrativo repasar la secuencia que ha llevado, junto a la entrega de blindados y munición de muy diversos tipos, desde los muy limitados (aunque efectivos) FGM-148 Javelin- misiles portátiles contracarro estadounidenses, con los que ya contaba Kiev desde antes del inicio de la invasión-, hasta los MIM-104 Patriot- sistema antiaéreo de misiles de largo alcance, también estadounidense- que Washington acaba de ofrecerle. Si en febrero de este año ya se confirmó la entrega de FIM-92 Stinger -similares a los Javelin, pero más avanzados-, en marzo ya se sumaron los británicos StarStreak -igualmente, misiles portátiles antiaéreos muy operativos-, en abril los M777 -obuses remolcados de fabricación británica de 155mm y un alcance de unos 40km-, en mayo los británicos Brimstone -misil guiado aire-superficie contracarro- y los Harpoon- misiles estadounidenses antibuque y contra objetivos terrestres.

El verano comenzó con la entrega, en junio, de los HIMARS -sistema de lanzamisiles múltiple ligero de fabricación estadounidense, limitados en su alcance para evitar que Kiev los emplee contra objetivos en profundidad en suelo ruso- y los M270 MLRS -lanzacohetes múltiple autopropulsado y blindado, con unos 60km de alcance-, seguidos en julio de los también estadounidenses AGM-88 HARM -misiles tácticos aire-superficie diseñados contra transmisiones electrónicas- y, ya en agosto, de los alemanes Gepard -blindado autónomo antiaéreo con dos cañones de 5,5km de alcance. Finalmente, en octubre comenzaron a llegar los IRIS-T -sistema antiaéreo alemán con un alcance de hasta 40km- y en noviembre los noruegos NASAMS -sistema avanzado de misiles tierra-aire con un alcance de 25km. Y, próximamente, los Patriot.

Lo que muestra esta secuencia es que, por un lado, ha ido creciendo la implicación política de los más de cuarenta países que se han alineado con Kiev, convirtiéndose en sostenes vitales para su defensa, hasta el punto de que sería imposible que Ucrania hubiera llegado hasta aquí sin ese apoyo. Y, por otro, que los militares ucranianos han demostrado una extraordinaria capacidad de aprendizaje para rentabilizar esas ayudas en su beneficio frente al invasor. Lo que queda por ver ahora es si hay voluntad, empezando por Washington, de ir más allá, poniendo en manos ucranianas medios que le permitan atacar objetivos rusos en profundidad y carros de combate, blindados y cañones para la próxima ofensiva.

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