La campaña militar (79) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Zelenski en Washington

El presidente ucraniano busca reforzar el compromiso estadounidense para lo que se avecina, consciente de que Putin está moviendo sus fichas para volver a intentar la toma de Kiev y el derribo de su Gobierno

Zelenski llega a Washington para reunirse con Biden

Zelenski llega a Washington para reunirse con Biden / KEVIN LAMARQUE

Jesús A. Núñez Villaverde

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Justo 10 meses después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, Volodímir Zelenski ha hecho su primera salida al extranjero. El hecho de que haya elegido Washington y no Bruselas como destino es una clara señal de cuáles son las prioridades de Kiev a la hora de buscar apoyo a su guerra existencial frente a Moscú. Más allá de las palabras, y de una limitada ayuda por parte de los Veintisiete, Zelenski sabe que su país no habría podido sobrevivir al golpe dado por Vladímir Putin ni puede soñar con la victoria si no cuenta con el firme sostén, económico y militar, de Estados Unidos.

Con este nuevo golpe de efecto, sumado a tantos otros logrados a través de las redes a lo largo de estos meses, Zelenski ha buscado reforzar el compromiso estadounidense para lo que se avecina, consciente de que Putin está moviendo sus fichas para volver a intentar en la próxima primavera lo que no logró en la pasada: la toma de Kiev y el derribo del propio Zelenski. Tanto la visita de Putin a Bielorrusia, junto a sus ministros de Defensa y Exteriores, como la de Dmitri Medvédev a China, sin dejar de lado la instrucción del personal movilizado en estas últimas semanas, apuntan a una nueva ofensiva rusa que pretende ser decisiva.

De ahí que Zelenski se apresure para lograr la renovación del respaldo estadounidense, intentando ganarse también a los republicanos que ahora cuentan con la mayoría de la Cámara de Representantes. Y no parece que le haya salido mal su insistencia, entremezclada con todos los agradecimientos que sean necesarios por lo que EE UU ha hecho hasta ahora. En esencia, recordando a su principal aliado que “vuestro dinero no es caridad, sino una inversión en seguridad global”, Zelenski ha conseguido un nuevo paquete de ayuda estimado en unos 2.600 millones de dólares, que incluye la entrega de una batería de misiles antiaéreos Patriot, y ha dejado encarrilada la aprobación por parte del Congreso de un total estimado en unos 44.000 millones de dólares para el próximo año.

Para Ucrania, los precisos misiles MIM-104 Patriot –con un alcance operativo de unos 30 a 300 kilómetros, dependiendo del tipo de misil que finalmente se suministre– suponen más un activo político que militar. Si hasta ahora Washington se había resistido a ponerlos en manos ucranianas era para evitar que Moscú aprovechara para provocar una escalada aún mayor, aduciendo que se ha cruzado una línea roja que convierte a EEUU en actor combatiente. Ahora, cuando Kiev ya ha demostrado su voluntad y su capacidad para emplear sus propios medios –como en el ataque a las bases aéreas rusas localizadas a cientos de kilómetros de su frontera común–, Washington pretende, por un lado, evitar que Kiev se sienta libre para atacar a su antojo objetivos rusos en profundidad y, por otro, parece aceptar finalmente que esa es la única manera de frenar los sistemáticos bombardeos rusos contra la población ucraniana y sus infraestructuras esenciales. Pero su entrada en servicio, no antes de febrero, no significa que Kiev pueda contar a partir de entonces con un escudo impenetrable contra esos ataques, aunque es cierto que le permitirá garantizar la seguridad de alguna de sus ciudades y redesplegar el resto de sus medios artilleros, adelantándolos hasta las proximidades de las líneas de contacto.

Para EE UU, las cuentas siguen cuadrando, calculando que el importe comprometido en apoyo a Kiev le está sirviendo para degradar sustancialmente a quien, de otro modo, podría convertirse en un nuevo rival estratégico.

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