Movidas de movilidad
El orden de los transportes altera mucho el producto. Para lograr una movilidad saludable y sostenible conviene respetar una jerarquía
Alejandro Giménez Imirizaldu
Arquitecto por la ETSAB, profesor de urbanismo de la Universitat Politècnica e investigador del Laboratori d’Urbanisme de Barcelona.
Alejandro Giménez Irminizaldu
Están colgadas las luces de Navidad. Pasamos sin tregua del bañador a la bufanda y de la playa al atracón. La temporada turística se ha instalado a perpetuidad con su constante trajín de personas y mercancías. Pero la ciudad es un gran artefacto mineral y los ritmos del urbanismo, geológicos. Cambiar inercias requiere tiempo y esfuerzo. Las francesas han inventado ‘La ville des 15 minutes’. No, amigo motorista, no consiste en cruzar París, onda verde a toda traca en un cuarto de hora, sino justo lo contrario: tener el trabajo, el cole, el mercado y el parque a mano para moverse mejor y más seguros. Aquí lo llamamos barrio. La vida de barrio exige vivienda pública suficiente y un alquiler regulado, una ciudad habitada que funciona cuando lo hace también la ciudad transportada. El orden de los transportes altera mucho el producto. Para lograr una movilidad saludable y sostenible conviene respetar la siguiente jerarquía:
A pie. En diciembre de 1998, doce vecinos de Greenwich Village se plantaron sobre la calzada de la calle 11 con la Séptima avenida, frente al Departamento de Transporte de Nueva York, como balizas humanas reivindicando aceras más anchas. Quién iba a pensar que el bordillo, ideado para no pringarse los bajos con caca de caballo, iba a convertirse en un abismo de 12 centímetros que separa la vida de la muerte. De aquellas protestas derivan estos muebles y pinturas de lo táctico. Les cuento un secreto: en los primeros dibujos de la ronda Litoral había pasos de cebra.
A pedales. Los ciclistas de los 90 éramos tan pocos que sonreíamos y nos saludábamos. En ocho años se han doblado los carriles. El Bicing ha crecido de 95.000 a 136.000 usuarios. El bicibus infantil lo peta. En cambio, el Ambici metropolitano nace bajo un extraño desacuerdo prenupcial. También se prohíben los bicitaxis, esgrimiendo que “Barcelona no es Bombay”. Sin duda. En los parques de Bombay los jabalís no dan problemas. Se los comen los leopardos. Los ‘trixis’ podrían operar como un complemento ecológico al taxi. Haría falta ayudarlos a salir de la precariedad ampliando carriles y rutas, dotándolos de estaciones de carga seguras y organizando cooperativas. También pueden resolverse algunas discontinuidades de la red. Los caminos radiales del llano de Barcelona ofrecen rasantes perfectas para la bicicleta. Que a día de hoy avenida de Sarrià, de Roma, Pere IV, Sants, Sant Andreu, el Morrot o el túnel de Vallvidrera no dispongan de carril bici en toda su longitud tiene fácil solución.
A todo tren. El raíl es imbatible por capacidad, velocidad, seguridad e impacto ambiental. Los trazados ferroviarios exigen consensos y soluciones técnicas complejas. Por eso deben cuidarse como tesoros y añadir más cuando la demanda y los recursos lo permiten. Adelante las nuevas estaciones de Sants, Sagrera, las ampliaciones del metro, FGC y la unión del Tram por la Diagonal. Pendientes: Unir Morrot con França, anudar mejor La Torrassa o el tranvía por la Gran Via.
En bus o ‘embús’. Gurb, el marciano de Eduardo Mendoza, decía en 1991: “El autobús es el medio que más utilizan aquellas personas, por lo general de avanzada edad, que gustan de dar volteretas”. Flota y conductores han mejorado. En números gordos, un kilómetro de metro cuesta 100 millones, de tranvía 10 y de autobús, uno. Eso lo convierte en un sistema inmediato y versátil, que reacciona bien a las contingencias y permite llevar a personas muy mayores o muy pequeñas. Contrapartidas: su velocidad comercial es de 12 km/h, frente a los 18 del Tram y los 30 del metro. Convive regular con la bici y los recintos pacificados pero podría quitar más coches si se completa la red y se extiende a lo intermunicipal con frecuencias de paso competitivas y mejor servicio nocturno. Ya tarda el H-2O.
¡Taxi! Adiós a la mano en alto. ¿Máquinas de 1.000 kg circulando en vacío? Uf. Se ha puesto en marcha la aplicación Picmi. Indica el precio de la ruta y ofrece vehículos de gran capacidad o adaptados. Las microparadas son recientes, a ver si calan. Tres movidas ralentizan al taxi moderno: no hay coches eléctricos, no los homologan y no hay mucho donde enchufar. Pero qué ganas de pillar uno para susurrar: “Al passeig d’Oriol Bohigas amb Pepe Rubianes, sisplau”.
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