APUNTE
Messi, la patria de todos
Albert Guasch
Periodista
En el mundo suceden a diario cosas feísimas, en Catar en particular, pero lo que ocurrió ayer en el emirato es una emocionante fábula de la que se sintieron partícipes millones de personas de todo el mundo. No ganaron solo Argentina y los argentinos. Al coronarse Leo Messi ganamos todos, o casi todos (nunca faltarán los distantes), porque él fue durante este Mundial la patria global, bandera de un deseo colectivo, de Rosario a Barcelona, de Daca (Bangladesh) a Miami. Una comunión a través del rosarino que unió nacionalidades dispares e implicó a futboleros y no futboleros, y se sublimó en una final celestial, la más completa jamás vista. ¿Cómo podremos volver a la Liga después de esto?
Curioso que un futbolista que lo había ganado casi todo, millonario como el que más, feliz padre de familia, haya generado una complicidad tan global en su necesidad de apropiarse de la Copa del Mundo. Parecía que entre todos empujásemos al hombre hacia la luna. Su borrachera de alegría fue la alegría de tantos, poniéndonos durante un buen rato a resguardo de cinismos, entregándonos sin pudor a la celebración de una carrera majestuosa, demasiado brillante como para aceptar que pudiera resolverse en drama en su capítulo final.
La grandilocuencia se desparramó por todas partes. Y más que lo hará. La lucha de Messi contra el tiempo, contra sus tropiezos, contra la mística de Maradona, con todo el peso de un país que pesa más que ninguno, y al fin elevarse por encima de todo ello, han compuesto una historia de un magnetismo irresistible.
Levantó el trofeo dorado con la más amplia de las sonrisas después de sufrir lo indecible. "Si no se sufre no vale", dijo tras el partido Tagliafico, uno de los escuderos de Messi. Si es así, este trofeo vale toneladas. Cuántos infiernos ha vivido el hombre más famoso del mundo antes de seducir a los suyos, a los argentinos, a los que más quiso enamorar. Pero ayer fue el día de la conquista de la paz para sus adentros. Qué lujo sentirse así de completo. Y lo hizo, conviene no olvidarlo, jugando un partido excelso, sentando cátedra hasta cuando arqueaba una ceja. Lo que más quería, se lo trabajó. Y Mbappé, descomunal, engrandeció su éxito.
¿Y ahora? Nos queda la sensación dulce y placentera de los finales felices, aunque aún le veremos jugar unos años más, y habrá que cuestionar la cordura de quien persista en discutir su trono en la historia del fútbol. Pero su película ya se puede rodar. Messi es de todos y su fenómeno es global. Nos colmó de momentos maravillosos y muy difícilmente sus contemporáneos volveremos a ver algo igual. ¿Cómo no darle las gracias, da igual de donde se sea?
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