Campeonato polémico
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Los tres ganadores del Mundial

Messi ha obtenido el broche que merecía el mejor jugador de fútbol del siglo XXI. Y un triunfal Qatar ya aplica la lección de que Europa calla cuando conviene

Messi levanta al cielo de Lusail su gran sueño, la Copa del Mundo

Messi levanta al cielo de Lusail su gran sueño, la Copa del Mundo / Efe / Juan Ignacio Roncoroni

Sobre el césped del estadio de Doha celebraron el final del Mundial de fútbol tres grandes ganadores: uno colectivo, Argentina, que alcanza en estado de éxtasis su tercer campeonato, y dos a título personal. Lionel Messi, que logra el cierre que merecía su trayectoria como mejor jugador del mundo del siglo XXI, y el emir de Qatar, que ha visto cómo su multimillonaria apuesta por el fútbol para sacar lustre a su régimen ha acabado enmudeciendo todas las objeciones y reproches.

Hubo por unos momentos en que parecía que su inversión pudiera tener un resultado muy distinto al esperado, con la celebración del mundial mostrando al mundo la muerte de trabajadores durante la frenética construcción de los estadios, irritando a los aficionados con lo absurdo del calendario y su efecto sobre las competiciones nacionales, con el descrédito acumulado por el veto a expresiones de sensibilidad feminista o LGTBI, la irracionalidad de las infraestructuras desde el punto de vista climático o el estallido del Qatargate en el Parlamento Europeo. Y seguramente hemos sabido mucho más de todo ello que de otras realidades en países que no han estado bajo los focos. Pero cuando la pelota ha empezado a rodar, y los mensajes de blanqueamiento y los entregados elogios del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, han empezado a permear la cobertura informativa, todo esto ha quedado en segundo plano. Y de boicot, o por lo menos de distanciamiento y desapasionamiento a la hora de seguir la competición, poco ha habido. Las audiencias televisivas han sido elocuentes. La familia real catarí ha visto incluso como los dos grandes mascarones de proa de su inversión en el PSG han sido los protagonistas de su final ideal y ni siquiera ha esperado a la triunfante clausura del Mundial para avisar a Europa de que tiene su mano sobre el grifo del suministro del gas si de los aplausos se pasa a una investigación de sus intromisiones en la política europea.

Si de fútbol hablamos, si bien Messi se hubiera ido por la puerta grande venciera o perdiera, y Mbappé, con su triplete en la final, ha consagrado su condición de candidato a la sucesión, otros finales han sido tristes –los de Lewansdovsky o Neymar- o lamentables, como el de un Cristiano Ronaldo exfutbolista y peleado con el mundo. Otra despedidas sin pena ni gloria han sido la del entrenador español, Luis Enrique, tras haber iniciado, con su apuesta por los talentos jóvenes, un prometedor nuevo ciclo para la selección española. Pero no será él quien lo culmine. 

Se dice a menudo que el fútbol es mucho más que un deporte. Y el volumen de la celebración argentina en todo el mundo lo confirma. Y sí ha dejado el Mundial otros elementos para la reflexión, más allá de lo sucedido en los terrenos, en las gradas o en los índices de audiencia televisiva. La marcha triunfal de la selección de Marruecos, celebrada en las calles por la diáspora magrebí en Europa, no acabó en nuestro país con los incidentes que se pronosticaba con afán desde los ámbitos de la ultraderecha (o contaminados por su discurso) sino, como explicaron en las páginas de EL PERIÓDICO varios jóvenes de origen magrebí, con una expresión de identidades plurales y compatibles, pero bajo la que también late la punto de frustración por las dificultades de aceptación e integración en la sociedad de acogida.

Pero este mundial ha demostrado que los valores añadidos a los puramente deportivos pueden buscarse en el área del negocio y en la del espectáculo; no en el del compromiso cívico. Las iniciales intenciones de deportistas de algunos países (no de España) de manifestar su rechazo a la marginación de la mujer o el colectivo gay se apagaron al instante a la amenaza de la primera tarjeta amarilla. Y los llamamientos a mostrar algún gesto de solidaridad con el futbolista iraní amenazado con la ejecución por sumarse a las protestas por los derechos de la mujer en su país recibieron como respuesta por parte de los participantes de la final un estruendoso silencio.