Caleidoscopio | Artículo de Julio Llamazares

La soledad era eso

Nunca la gente ha estado tan sola como en este tiempo, y más quienes dejaron de pertenecer a él por su incapacidad para adaptarse a su evolución

Ancianos en una residencia.

Ancianos en una residencia. / El Periódico

Julio Llamazares

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'La soledad era esto', tituló Juan José Millás una novela en la que una mujer, su protagonista, descubría una nueva vida al alejarse de su marido, con el que convivía desde que era muy joven. He recordado ese título al leer la carta que el director de una residencia de ancianos de Pontevedra ha enviado a sus contactos de Whatsapp reclamándoles la atención que los familiares de los residentes no tienen con ellos para que estas Navidades no vuelvan a ser los días más tristes en la residencia. La carta se ha hecho viral y ha provocado miles de comentarios en las redes además de saltar a la prensa escrita. No es para menos.

«No nos falta vida, os lo aseguro. Si acaso nos duele lo que nos sobra: soledad. Y nos sobra porque no estáis aquí, habéis dejado de querernos. Pronto será Navidad, el tiempo más triste en nuestra casa. Quiero cariño en forma de cartas, felicitaciones, fotos en las que les hagáis saber que cuentan con vosotros…» escribió Juan José López, el director de la residencia de ancianos, la única pública de Pontevedra, al parecer, ante la perspectiva de que se repita lo ocurrido en la Nochebuena anterior, cuando solo ocho residentes recibieron la visita de sus familiares y el resto, hasta 101, hubieron de almorzar con él y con los trabajadores a los que les tocaba estar de guardia ese día. «Aquí nos sobra mucha soledad. No se trata de hacer juicios de valor, cada uno sabrá», declaraba el director de la residencia a un periódico al tiempo que contaba que «si un fin de semana reciben la visita de seis familiares de ancianos es un milagro», y que hay tardes en las que se viven «estampas dolorosísimas». Y pone el ejemplo de una residente que cada tarde, después de la siesta, se arregla por si vienen a verla sus hijos y, cuando comprueba que no es así, les disculpa: «Vendrán mañana. Andarán muy liados», o el de otro al que nunca le iban a visitar los suyos y que, al ingresarlo en el hospital por una enfermedad, pidió expresamente que no los avisaran. «Si no vienen a verme cuando estoy bien, que no vengan a verme cuando estoy mal», dijo.

La soledad era eso. Esa mirada perdida a la que se refiere el director de la residencia en su carta y que es la mayor enfermedad de nuestro tiempo por más que presumamos de estar en conexión continua con el mundo a través de las tecnologías. Nunca la gente ha estado tan sola como en este tiempo y más quienes dejaron de pertenecer a él por su incapacidad para adaptarse a su evolución. Entre ellos, todos esos cuya edad les ha apartado de la convivencia a pesar de haber contribuido con su esfuerzo al desarrollo del país y al bienestar de sus hijos y nietos, esos que ahora están tan ocupados que no pueden ir a verlos ni siquiera en Nochebuena para aliviarles un poco la soledad ese día, como denunciaba en su carta el director de esa residencia que se ha hecho famosa en toda España gracias a su iniciativa y a la avalancha de cartas, regalos y felicitaciones que, en virtud de ella, los residentes están recibiendo estos días. Como el propio director señala, lo que sucedía en ella sucede en todas las residencias, a la vez que confiesa con humildad su sorpresa ante la respuesta que ha recibido su carta. «Yo solo quería que mis amigos me echaran un cable», dice el hombre que ha puesto la soledad en boca de todos en estos días en los que se nota tanto.

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