APUNTE

La última batalla

Messi

Messi / REUTERS/Carl Recine

Jordi Puntí

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Nadie mínimamente sensato puede decir que ha perdido un Mundial. Los partidos sí se pierden o se ganan, y cuando pierdes te eliminan, pero aceptar que has perdido un Mundial -así, a lo grande- implica que antes estabas seguro de ganar. Es como jugar en el Gordo de Navidad y, cuando no te ha tocado, decir que has perdido en la lotería. Nadie lo hace. ¿Nadie? Bueno, la Argentina de Messi sí. Salvo en su primer Mundial, cuando era tan joven, cada vez que Messi ha jugado una Copa del Mundo todo un país le obligaba a ganarla. No olvidemos que en el 2010 en Sudáfrica Messi ya era a sus 23 años el mejor jugador del momento, y además con Maradona como seleccionador. Esa sensación fabulosa de tener toda Argentina que te adora y te halaga, pero a la vez te juzga hasta el más mínimo detalle, debió de provocarle una tensión inhumana, y al final siempre pesaba demasiado.

¿Qué ha cambiado ahora? Pues que con 35 años Messi sabe que es su último baile en un Mundial y, sobre todo, que le arropa todo un equipo. Él es el primus inter pares, el primero entre sus iguales, como Octavio Augusto. En este rol ha sido el gran jugador de siempre, decisivo y al mismo tiempo más argentino que nunca, es decir, más guerrero. Todos juntos han logrado transformar la vieja ansiedad en una convicción épica, que reafirma la personalidad colectiva en la lucha. Más que jugar contra sus rivales, parece que Argentina juegue contra el mundo entero. De ahí la bronca del partido contra Países Bajos, y de ahí también que en la primera fase no cerrara bien los partidos: era como si quisieran las cosas difíciles porque la dificultad les fortalecía el carácter.

Ahora Messi y sus hombres esperan a Francia para jugar la última batalla. En la semifinal de este miércoles, Marruecos puso el fútbol y los franceses, los goles. El destino, tan juguetón, hará que el domingo Messi se reencuentre con viejos aliados como Mbappé, Dembelé o Griezmann, ahora convertidos en rivales. Quizás la forma de controlar la ansiedad será ignorarlos: que el pasado solo pese para ellos, porque en el fondo saben que esta Copa -y el fútbol- quieren que gane Messi.

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