Los estados de Whatsapp: una radiografía
En ese breve espacio, abundan la confusión y el cansancio
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Dediqué un gajo del fin de semana a curiosear el estado de Whatsapp de amigos, colegas, familiares y conocidos por si rascaba algo y, para mi regocijo, eureka, ahí se emboscaba un hilo del que tirar: la temperatura general, un paisaje, una tenue vibración en el aire, el ‘zeitgeist’, el pulso, si no de la época, al menos sí de mi barrio y aledaños. No será una muestra representativa, pero tendré más del mil nombres guardados en el teléfono… Qué digo mil, muchos más. No borro a nadie, ni al fontanero que vino cuando el embozo. Tampoco a los muertos. En el fondo, todos somos arrieros de paso.
Buena parte de los usuarios de la aplicación emplean las muletillas que vienen de serie: disponible, ocupado, en el trabajo, solo llamadas urgentes. Otros te interpelan: («¿llamas a esto café?», «más vale wasap que nunca») o bien juegan con el concepto de estado: «civil», «gaseoso», «de líquido a sólido», «alerta», «ataráxico» (esto lo escribe un colega jubilado). Hay quien inserta un emoticono feliz, como una flor, mientras otros apuestan por un dibujito que denota sudor y atolondramiento, ya sea el cohete ‘on fire’ o la montaña rusa. Ahí quería llegar.
Aguas traicioneras
En ese breve espacio de libertad e imaginación que brinda el estado de Whatsapp, se espesa una neblina de confusión y cansancio antiguo, la certeza de que este asunto del vivir consiste en una pelea sin tregua, azuzada ahora por la precariedad, la falta de respuestas, la desazón de navegar aguas traicioneras. Ante semejante percal, las gentes se subdividen en dos categorías: quienes se infunden ánimos a sí mismos y a los demás, con una gradación muy amplia en los entusiasmos, y los estoicos, los que vemos el vaso medio vacío pero resistimos con la paciencia del pedernal.
Los primeros escriben sentencias burbujeantes: «Después del invierno, siempre llega la primavera».«Això és un no parar». «Todo irá bien». «Relájate, es solo la vida». «No surrender». «De todas las cosas que llevas puestas, la actitud es la más importante». «No dejes nunca de intentarlo». «Resiste mucho; obedece poco». «Esto no es el fin del mundo». «La disposición lo es todo». «Hago lo que puedo versión 2022».
Entre los segundos, abunda la metáfora de la existencia como camino, laberinto o travesía marítima. También, la luz de una segunda oportunidad: «La vida está hecha para comenzar de nuevo» (Hannah Arendt), «toujoursrecommencée» (Paul Valéry). Sí, mi gente es muy leída. Me gustan mucho dos estados en latín: «Fluctuat nec mergitur» (batida por las olas pero no hundida) y «nihil admirari» (no sorprenderse de nada). Pero tal vez se lleve el premio una frase en inglés: «Howlin’ at the moon» (aullando a la luna). Ya ven, así andamos, auuuuuuuuú.
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