Error del sistema | Por Emma Riverola

Pedro Sánchez ante el abismo

Su suicidio político no parece estar próximo. Y, viendo cómo está actuando la oposición, hoy está más próxima la reedición del gobierno de progreso que la rendición

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. / Jose Luís Roca

Emma Riverola

Emma Riverola

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Pedro Sánchez aprieta los dientes, se coloca anteojeras para mirar solo el objetivo y convierte su afición por el riesgo en una definición exacta de su modo de gobernar. La reforma del delito de malversación le coloca ante el abismo. Pero su suicidio político no parece estar próximo. Y, viendo cómo está actuando la oposición, hoy está más próxima la reedición del gobierno de progreso que la rendición. 

A pesar de todos los pesares, que son algunos. Porque ni las reformas legales de alto calado merecen ser tratadas con urgencia ni puede haber sombra de tibieza ante la corrupción. Como ciudadana, me indigna que me roben, me importa poco si el dinero va al bolsillo del ladrón o a pagar sus creencias. Si un día Vox estuviera en el gobierno y actuase para prohibir el catalán, espero que fuera condenado por esa acción anticonstitucional, y por cada euro malgastado en ese propósito ilícito. 

Pedro Sánchez asume los riesgos, adornará la reforma para hacerla tragable a los suyos y la ciudadanía pasará página acuciada por otras urgencias. El ’procés’ ya no está en la mente de la mayoría. No lo está en Catalunya, donde cunde la actitud de mirar a cualquier lado menos al pasado (no sea que aparezca la vergüenza). Y tampoco en el resto de España. Básicamente, porque ni la derecha catalana ni la española están en el poder, retroalimentándose a base de descalificaciones, de desafíos y de tensar la convivencia de esas patrias que tanto dicen amar.  

El PP se ha instalado en el escenario de la sobreactuación. Ese que habitan permanentemente Vox y, aunque ya a nadie le importa demasiado, Cs. Ya se sabe, tanto avisa el pastor que viene el lobo (¡golpe de estado!, ¡gobierno ilegítimo!) que el pueblo no levanta ni la vista. Sobre todo, cuando anda haciendo cuentas y tratando de llegar a final de mes. La táctica de la inflamación de Feijóo tan solo le desdibuja. Al fin, una única derecha chillona y faltona. 

Por otro lado, Yolanda Díaz esquiva los riesgos. Huye del foco de la reforma del delito de malversación y sigue apuntalando su imagen social, especialmente como defensora de los derechos laborales. Si consigue que Unidas Podemos aporte su músculo a Sumar (y que algunas de sus mentes preclaras abandonen el parvulario), conseguirá movilizar a los votantes a la izquierda del PSOE (y quizá a más de un socialista). Sánchez y Díaz parecen tener muy claro que se necesitan, esquivan la confrontación innecesaria y ahondan en una imagen de serenidad y seriedad. Aunque no siempre su obra de gobierno atienda a esa fórmula.  

Suscríbete para seguir leyendo