¿Cómo gobernar Catalunya?
Tras la desinflamación, el pacto entre ERC y PSC para los presupuestos será la primera prueba
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
El acto del domingo de Sánchez con el PSC estaba pensado para empujar la candidatura a la alcaldía de Jaume Collboni. Pero tras la tensa semana anterior -sedición, polémica de la malversación y reforma exprés del Consejo del Poder Judicial y del Constitucional- se convirtió en una respuesta en toda regla de Sánchez y Salvador Illa a la derecha.
Contestando a Feijóo, que pide elecciones inmediatas y acusa a Sánchez de entregarse a ERC y de caminar hacia una dictadura, el socialista admitió que sus decisiones son arriesgadas, pero obligadas para sacar el conflicto catalán de los tribunales. E Illa fue incluso más contundente cuando, parafraseando una frase de Pujol contra el PSOE por Banca Catalana, dijo que “a partir de ahora las lecciones de constitucionalismo y patriotismo las daremos nosotros. ¡Qué se han creído! España es de todos”.
Sánchez hace continuos equilibrios en el alambre y no dice siempre lo mismo, pero Catalunya está hoy más tranquila. Hay en el independentismo quien añora la de 2018, repleta de lazos amarillos y presidida por Torra que jaleaba la insurrección. También los hay en la derecha española que dicen que entonces la ley se cumplía. Pero tras las elecciones de 2021 y los indultos a los condenados por el 1-O, la desinflamación está funcionado.
El clima es otro porque ERC, el primer partido catalán que tiene la independencia como meta, ya no apuesta por la vía unilateral, que ha comprobado imposible, sino por la mesa de diálogo con Madrid con el referéndum como objetivo. Y porque el PSC, el primer partido catalán que quiere mantener la realidad de España, reconoce que la mitad de Catalunya ha votado independentista y está abierto a negociar el autogobierno. Además, hay diálogo -complicado- entre el gobierno catalán y el de Madrid. Y pactos laboriosos, pactos parlamentarios -descalificados por la derecha y el separatismo radical- entre el PSOE y ERC.
Y ha cambiado algo fundamental. La coalición independentista que gobernaba Catalunya desde enero de 2016 (el pacto previo fue tras las elecciones plebiscitarias del 2012) se ha desmoronado. Y Junts estuvo el pasado martes en la 'mani' de la ANC contra un punto clave de la política de ERC -la reforma de la sedición- que acabó exigiendo la dimisión de Aragonès. ¿Cómo puede ser la independencia un programa viable a corto si los dos grandes partidos independentistas -33 y 32 diputados- no saben ponerse de acuerdo ni para gestionar una autonomía? Uno, quiere demostrar capacidad de gobierno y el otro convertirla en una plataforma para -no se sabe cómo- hacer efectiva la declaración unilateral de 2017.
Ahora, con Catalunya tranquilizada y la unidad independentista rota, ¿puede gobernar ERC con solo 33 diputados sobre 135? Sí, pero de forma provisional y con difíciles equilibrios hasta una aclaración electoral que vendrá tras las municipales de mayo o -más probablemente- unas elecciones catalanas adelantadas. Y en este interregno una colaboración no exenta de tensiones entre ERC y el PSC parece inevitable. No hay otra base para una mayoría operativa, salvo la reconstitución del pacto ERC-Junts que ni Junqueras ni Puigdemont desean.
La primera prueba serán los presupuestos del 2023. ERC ninguneaba al PSC (Junqueras dijo que primero debían portarse bien con la reforma de la malversación) y ahora quiere una adhesión socialista rápida y sin ruido que no inquiete a parte del electorado independentista. Y el PSC busca justo lo contrario, una negociación de igual a igual (los dos tienen 33 escaños) que visualice que el PSC es indispensable… y honorable. Illa quiere afirmarse y ERC cree que el PSC deberá tragar. Caso contrario, Sánchez se lo hará saber. Pero el tándem Sánchez-Illa es quizás la alianza más sólida del PSOE y el PSC. Lo de Zapatero-Maragall (o Montilla) era muy distinto.
ERC quería el acuerdo presupuestario el puente de la semana pasada y es posible que quede para después de Reyes. Illa va a tener que tragarse sapos, pero Aragonès (y Junqueras) también. Catalunya está desinflamada, pero ERC y el PSC son los dos grandes partidos que se molestan y necesitan mutuamente. ¿Sabrán tener unas relaciones menos crispadas y más útiles que el PSOE y el PP en España?
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