Artículo de Ana Bernal-Triviño

Sortear a una mujer

Cuando una mujer es degradada, todas lo somos

archivo cuartel bruc

archivo cuartel bruc / El Periódico

Ana Bernal-Triviño

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El chat donde militares del Bruc de Barcelona sorteaban a una prostituta se supo por la denuncia de los mismos compañeros. Leo y pienso en la cantidad de chats donde esos comentarios quedan entre complicidades machistas. Eché un vistazo a los comentarios de la noticia y, como siempre, me sorprendieron. Sí, es grave que fueran militares. Pero lo muy grave es el hecho: sortear una prostituta. ¿Qué esperábamos? España es el primer país en consumo de prostitución en Europa. Si ese chat fuera de arquitectos, médicos, fontaneros o parados sería igual de repugnante. Como también lo es cuando hemos visto discotecas que dejaban entrar gratis a las mujeres, para exhibirlas como reclamo. Y eso ocurre porque esa criticada cultura de la violación nos convierte en trozos, en objetos, en vendibles, en intercambiables. Y es machismo porque entre ellos no se sortean ni se humillan. Lo sorprendente también era leer a quienes quieren regular la prostitución ofendidos con el sorteo. Pero, ¿qué esperan, si la prostitución es justo eso? Humillación y negocio.

Luego, otros comentarios, incluso de mujeres, indicaban que “era solo una prostituta”. Es esa división machista de las mujeres santas y las putas, de quienes incluso justifican que la prostitución es necesaria para evitar violaciones, cuando la propia prostitución es una violación para las prostituidas. El tema es que hay hombres sorteando a una mujer. Porque una prostituta es una mujer y todas somos señaladas. Por eso, porque saben que tienen poder sobre nosotras, de los primeros insultos que escuchamos en nuestra vida es el de “puta”. Y cuando una mujer no vale nada, las demás, tampoco. Cuando una mujer es degradada, todas lo somos. Y así pasa lo que hemos leído estas semanas: que nos sorteen es lo menos comparado con lo que otros hacen. Porque saben que siempre pueden ir a más, como secuestrarte, violarte, quemarte o que siendo discapacitada te abandonen hasta que te mueras. Todo esto ha ocurrido esta semana. Y todo demuestra para cuántos tipos las mujeres no somos nada.

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