Rodalies: el chichón es lo de menos
Que la vida es convivir con la incertidumbre ya lo sabemos, pero que tu tren sea anulado, se retrase o se accidente sistemáticamente no debería formar parte de la tómbola de la vida
Agnès Marquès
Periodista
Oscar viajaba en uno de los vagones del tren que el miércoles chocó contra otro convoy de Rodalies que estaba parado en la estación de Montcada i Reixac. La fuerza del impacto le llevó a salir volando y chocar contra el pasajero que tenía sentado delante. El chichón en la frente es lo de menos. Oscar explicaba el miércoles por la tarde en Planta Baixa que tres estaciones antes del choque su tren quedó parado unos tres minutos porque, según avisaron por megafonía, más adelante había un tren averiado. No sospechó que lo siguiente sería impactar contra él. Parecía una incidencia más, explica, y casi llega a excusarse por no haber pensado en la posibilidad del choque. Así de resiliente es el usuario de Rodalies.
Llama la atención la renuncia, forzada a base del desgaste diario, de los pasajeros habituales de Rodalies. Hasta el punto de que un accidente inexplicable en el subconsciente del pasajero se convierte en algo que entra dentro del combo de la lotería que es cada día. Que la vida es convivir con la incertidumbre ya lo sabemos, pero que tu tren sea anulado, se retrase o se accidente sistemáticamente no debería formar parte de la tómbola de la vida. Y sin embargo lo es, sin que el ciudadano pueda llegar a dilucidar de quién es la responsabilidad (siempre hay excusas infranqueables) y sin estar seguros de si pueden disparar su malestar ahora que el servicio es gratuito. Todo tiene un precio y hay regalos envenenados. Afirmaciones que salen de la cultura popular, la sapiencia de vivir día tras día, de lo que se aprende a base de golpes. Le cambio un buen servicio a cambio de pagarlo. Que también hay otro dicho muy sabio que dice que lo barato sale caro.
Esta vez Oscar tiene claro que va a poner una denuncia contra Rodalies, algo que deberían hacer los ciento cincuenta y cinco pasajeros que resultaron heridos, aunque todos leves, por el mal servicio sistemático y algo más que eso: exponerlos al riesgo no evidente y evitable de la manera como lo hizo con el accidente de ayer. El chichón es lo de menos.
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