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Rodalies otra vez

El servicio ferroviario debe tener capacidad suficiente, una regularidad y fiabilidad de la que carece y un grado de seguridad que debería darse por descontado

Choque de trenes en la estación de Montcada i Reixac-Manresa.

Choque de trenes en la estación de Montcada i Reixac-Manresa. / ZOWY VOETEN

La investigación en marcha aún debe aclarar las circunstancias precisas que expliquen el choque de dos trenes de Rodalies este miércoles en Montcada. El convoy que alcanzó al que estaba detenido en la estación quizá confundió una señal en verde que no le correspondía o, lo que de momento parece más probable, rebasó, siguiendo los protocolos, una señal que le permitía circular a una velocidad que le permitiera frenar dentro de la distancia en la que dispusiera de visibilidad. Y o bien la velocidad no fue la acertada (aunque de hecho el maquinista la redujo, lo que limitó a los daños a 155 heridos leves), por error humano o por la combinación de la niebla y las luces traseras insuficientes del otro convoy, o quizá una señalización como la presente en ese tramo no debería estar desplegada antes de una estación a la que se llega por una curva con poca visibilidad.

Sea cual sea el peso de cada uno de estos factores en el accidente de esta semana, más allá del factor humano, la meteorología o el azar, las deficiencias estructurales del Rodalies serán uno de los componentes. Es inevitable volver a cuestionar el volumen de inversiones en este servicio en el área de Barcelona y la lentitud con la que se ejecutan incluso cuando llegan a ser aprobadas. Reclamar que un servicio básico para la movilidad cotidiana en el área metropolitana sea seguro, suficiente y regular es la obligación de cualquier representante político o institucional de los ciudadanos que sufren sus insuficiencias. Otra cosa muy distinta es el ventajismo que lleva por ejemplo a relacionar desde el minuto uno del incidente la responsabilidad por el choque con la política de acuerdos de ERC con el Gobierno central.

Lo que resulta no menos inaceptable es esquivar la realidad, sosteniendo como hizo la ministra de Transportes que «nuestros trenes funcionan bien, pero a veces no se pueden evitar que pasen estas cosas» o que lo sucedido «no tiene nada que ver con inversiones». Cualquier usuario de Rodalies del área de Barcelona vive en el día a día que nuestros trenes no funcionan exactamente bien. La seguridad se debería dar por descontada. Además, un servicio de este tipo debe tener la capacidad que exige el volumen de movilidad (y la disponibilidad de recursos públicos o las molestias provisionales precisamente por las obras de mejora pueden ser razones argumentables para que la red tenga aún insuficiencias respecto a la que sería una cobertura ideal). Pero también una puntualidad, regularidad y fiabilidad que no haga depender del azar cada viaje y que haga el servicio ferroviario competitivo con otras alternativas de movilidad. Eso, que debería ser innegociable, es una promesa eternamente aplazada.

Por otra parque, que sucedan cosas como el choque de dos trenes en Montcada sí tiene que ver (también) con las inversiones. Los sistemas de control de tráfico más sofisticados, como los que están en servicio en los AVE, son aún un proyecto en Rodalies. Que las señalizaciones que permiten circular a marcha lenta a los trenes con luz roja aunque tengan un convoy delante (algo necesario para agilizar una red congestionada) dejen de estar instaladas en tramos con poca visibilidad es también una reclamación cuya satisfacción está programada a futuro. Igual que la reforma de la estación donde sucedió el incidente.

Cuando se debería apostar por la necesidad imperativa de contribuir a la lucha contra la emergencia climática trasvasando la movilidad en vehículo particular al transporte público colectivo, no basta con dar explicaciones a lo sucedido. Es necesario ofrecer soluciones para que no siga ocurriendo.