La campaña militar (77) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Putin y sus demonios internos

El factor que probablemente más puede complicarle sus cálculos y su permanencia en el poder es el estallido de una revuelta popular derivada de una profunda recesión económica

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la videoconferencia mantenida este miércoles con el Consejo de los Derechos Humanos de Rusia.

El presidente ruso, Vladímir Putin, durante la videoconferencia mantenida este miércoles con el Consejo de los Derechos Humanos de Rusia. / MIKHAIL METZEL / SPUTNIK

Jesús A. Núñez Villaverde

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Inmerso en una guerra larga, tras el fiasco de su plan inicial de conquista rápida de Kiev, Vladímir Putin se enfrenta ahora a una doble tarea: en el exterior, lidiar con los ucranianos y sus aliados occidentales; en el interior, gestionar un malestar que pueda volverse en su contra.

En el primer caso, todo apunta a que está decidido a no salir con las manos vacías de Ucrania y que, por tanto, seguirá empeñado en redoblar el esfuerzo militar hasta donde sea necesario para, por lo menos, no tener que ceder más de lo que ya tenía antes del pasado febrero (Crimea y parte del Donbás). En el segundo, ya hay quienes consideran que ahí puede estar su verdadero talón de Aquiles, echando mano de datos como los que presenta la inteligencia británica, que indicarían que solo un 25% de los rusos apuestan por la guerra y un 55% ven con buenos ojos el inicio de una negociación de paz.

Olvidan, quienes así piensan, que Putin cuenta con un considerable capital popular por ser visto mayoritariamente como sinónimo de mejora de condiciones de vida y de recuperación del orgullo de ser ruso, todo ello visto desde la perspectiva de una Rusia que llegaba a este siglo hundida y despreciada internacionalmente. Además, en sus 22 años de reinado se ha encargado muy seriamente en eliminar toda oposición parlamentaria (oligarcas con vocación política incluidos), todos los medios de comunicación independientes y toda sociedad civil organizada con perfil crítico.

Eso no quiere decir que no pueda tener problemas. Unos pueden derivar de la necesidad de ampliar aún más la movilización forzosa que ya está realizando, si las unidades desplegadas sobre el terreno no son capaces de revertir la desventajosa situación actual y tiene que apostar por una guerra aún más larga. Otros tienenart que ver con el reto que le pueden plantear los ultranacionalistas y personajes como Alexander Dugin o Sergei Prigozhin, demandándole decisiones más resolutivas para imponerse en Ucrania (armas nucleares incluidas). Incluso puede temer una revuelta militar interna, tanto desde abajo -por unos soldados que se sienten maltratados por sus mandos- como desde arriba -por desacuerdo con los planes de Putin-. Cabría añadir también una posible fractura en el núcleo central del régimen y el abandono del barco por parte de quienes busquen salvarse de la quema; pero nada indica que Sergei Shoigu (ministro de defensa), Alexander Bortnikov (jefe del FSB) o Nikolai Patrushev (secretario del Consejo de Seguridad) vayan a dar ese paso. El listado no se agota ahí, puesto que una revuelta masiva en Bielorrusia o en Kazajstán también podría crearle problemas a Putin, forzado a intervenir para evitar que esos países escapen a su órbita.

Pero probablemente el factor que más puede complicarle sus cálculos y su permanencia en el poder es el estallido de una revuelta popular derivada de una profunda recesión económica, sea como efecto de las sanciones internacionales o de la necesidad de aumentar exponencialmente los gastos para financiar la invasión en Ucrania. Lo que ocurre, en todo caso, es que tampoco parece que las previsiones para final de año apunten en esa dirección. Por un lado, la caída del PIB que prevé el Banco Central ruso ronda el 4% (45% en Ucrania) y, por otro, la deuda externa no llega ni al 20% del PIB, lo cual le concede un amplio colchón a Putin para absorber sin demasiados problemas el posible malestar que genere la continuación de la guerra. Eso significa, desgraciadamente, que Putin aún tiene margen.

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