Ágora | Artículo de Jaume Collboni

Tasa Amazon: desafío global, respuesta local

Lo que hoy a algunos les podría parecer una gota en el océano, mañana puede convertirse en un hecho diferencial para muchas ciudades que defendemos que la actividad económica sea compatible con la sostenibilidad y una fiscalidad justa

Ofertas de empleo para repartidores en Cataluña.

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Jaume Collboni

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El pasado año, las ventas mundiales de Amazon se situaron por encima de los 450.000 millones de dólares estadounidenses. Hablamos de una cifra mayor que el PIB de países como Dinamarca o Chile. En una década, el volumen de ventas de dicha compañía se ha multiplicado por 10, lo que demuestra la aceleración del comercio electrónico, sobre todo a raíz de la pandemia.

El impacto de este fenómeno es muy visible en las grandes ciudades. No podemos mirar hacia otro lado, porque esta realidad global genera importantes desafíos a escala local. El otro día fui a comprar a una tienda de mi barrio y justo delante, encontré una furgoneta de una gran compañía de reparto en doble fila. Es una imagen habitual. El comercio electrónico implica retos relacionados con la congestión del tráfico, con la contaminación atmosférica y acústica y, desde luego, también con la afectación sobre el comercio local, que no puede competir en igualdad de condiciones con las grandes plataformas.

Los municipios tenemos que ofrecer respuestas que ayuden a gobernar una realidad muy presente en nuestras calles. Una realidad, no lo olvidemos, que está relacionada con la intensa transformación digital de nuestras comunidades y el consecuente cambio de hábitos entre la ciudadanía.

Por ello, desde el Ayuntamiento de Barcelona hemos anunciado la creación de una tasa para gravar la actividad de las grandes empresas de reparto a domicilio que operan en la ciudad. Era un compromiso del actual mandato, que yo mismo he defendido con insistencia desde hace años.

La nueva tasa solo la pagarán los operadores que facturen más de un millón de euros al año por entregas en domicilios y los ingresos que se generen se destinarán a dar apoyo al tejido comercial local. No se grava ni al consumidor final, ni al pequeño repartidor autónomo, ni las entregas en puntos de recogida (como taquillas o tiendas).

Con esto perseguimos diversos objetivos. Por un lado, evitar la total discriminación entre las condiciones fiscales de los negocios de proximidad y las plataformas de comercio 'online' (que hasta ahora prácticamente no pagaban impuestos municipales). Por otra parte, favorecer un cambio de hábitos hacia un modelo sostenible, para que cada vez usemos más los puntos de recogida de paquetes y evitemos tener la ciudad llena de vehículos de reparto saturando el espacio público.

Esta es una medida pionera. Barcelona será la primera gran ciudad de España que aplique una tasa de este tipo y, por tanto, estamos abriendo un camino que resulta imprescindible explorar. Estoy más que convencido de que otros municipios estudiarán cómo seguir el ejemplo de Barcelona. Lo que hoy a algunos les podría parecer una gota en el océano, mañana puede convertirse en un hecho diferencial para muchas ciudades que defendemos que la actividad económica sea compatible con la sostenibilidad y una fiscalidad justa.

La nueva tasa también será un ejemplo de cómo, con decisión y voluntad, desde las ciudades podemos fomentar que la transición digital se haga con una visión más humana. En esa idea de fondo reside también lo que significa ser una verdadera 'Smart City', una capital que abogue por situar a las personas en el centro del desarrollo tecnológico.

En definitiva, no se trata de poner puertas al campo, sino sobre todo de que contribuyamos a abrir una nueva etapa en la que los grandes actores globales de la digitalización sean conscientes de que tienen que asumir mayores compromisos a nivel local.Es de justicia que asísea.