610,8 km | Artículo de Martí Saballs

¿Cuánto dinero en efectivo lleva encima?

Los datáfonos no siempre funcionan o se conectan, y ciertas experiencias enseñan que aún hay que llevar dinero en el bolsillo

Monedas

Monedas / Joel Saget

Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aproveché la mañana del día de la Constitución para realizar la visita anual con mis hijos el parque del laberinto de Horta, que incluye el jardín más antiguo de Barcelona. Como propiedad privada del marqués de Alfarràs, Joan Antoni Desvalls, su primera fase se completó en 1808. En 1968, los herederos de la familia lo cedieron al Ayuntamiento de Barcelona, que lo abrió al público en 1971. Con el tiempo, se frenó la aglomeración de visitas, que estaba perjudicando su control y conservación. De hecho, el parque sigue en constante renovación. Hoy, las obras afectan al palacete que habita en su interior.

Actualmente, solo se permiten 750 personas dentro del conjunto artístico, aunque la web del ayuntamiento, sin actualizar, aún remite a la época de la pandemia y menciona a 250 personas como máxima afluencia permitida; todas con mascarilla. Para entrar se paga una cantidad simbólica. La entrada general cuesta 2,23 euros y la reducida (personas con discapacidad, menores entre 5 y 14 años) cuesta 1,42. Los domingos y miércoles es gratuito, como también es siempre gratis para los vecinos del distrito de Horta que enseñen justificante de residencia, jubilados, desempleados y menores de cinco años.

Llegamos a la taquilla de entrada del parque. Una señora delante nuestro paga con un billete de 50 euros su entrada individual ante la estupefacción del taquillero y de una persona de seguridad con la que estaba hablando. A regañadientes, le dan cambio. Procedo a sacar mi tarjeta para pagar los 6,49 euros que me correspondían. Me mira azorado el señor de la taquilla: «No funciona el datáfono. No se puede pagar con tarjeta. ¿No tiene efectivo?» Negativo. 

Desde la pandemia, apenas uso billetes y monedas. Si acaso, guardo algunas monedas de un euro para usar el día que paso por un lavado urgente de coche, manguera va, manguera viene, en una gasolinera. Pregunto si hoy, que es festivo, a lo mejor se ha decidido que la visita sea gratuita. Me dicen que no: «Solo miércoles y domingos se entra sin pagar», repiten. «¿Y han avisado a alguien de que el datáfono no funciona y el problema que puede esto representar ya que no todo el mundo usa efectivo?». Murmullos como respuesta y una frase: «No es culpa nuestra, señor». «No, si no les recrimino nada». Rostro de vaya pelmazo este padre con sus hijos. Estos, además, empezaban a impacientarse y me recordaron que un día tampoco pude comprar castañas al no llevar dinero encima. «Va, pase, pase», acabó diciéndome el guarda del laberinto, dejándome entrar gratis con cara de circunstancias. Así fue como pasamos a perdernos por los jardines y el laberinto, que al cabo de una hora ya estaba bien repleto de familias con niños que jugaban a esconderse y corretear en medio de cierto estrés controlable.  

Nunca sabré cuántos visitantes pagaron finalmente al cabo del día, cuál fue la recaudación que se dejó de ingresar o si avisaron de taquilla a alguna autoridad para informar sobre lo ocurrido y poder arreglar el problema. Intuyo que no es un caso aislado. Los datáfonos no siempre funcionan o se conectan. Puede pasar en las taquillas para entrar a un jardín, en un museo o un restaurante. En esta ocasión, la flexibilidad del responsable de la taquilla, que en países como Francia -prohibido salir del perímetro- es casi imposible que ocurra, salvó la situación. En mi caso, ahora ya no tendré más excusas para no volver a llevar algo más de efectivo en la cartera o dentro de los bolsillos. 

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS