Opinión | Agua corriente

Emma Riverola

Emma Riverola

Escritora

A la mierda de dos en dos

Esta semana, la escritora Emma Riverola se pone en la piel de una mujer que revisa sus afectos y rencores políticos.

Pujol

Pujol / POLITICA JORDI PUJOL 1990 EN LA IMAGEN ACTOS DE ADHESION A JORDI PUJOL PRESIDENT DE LA GENERALITAT DE CATALUNYA POR LA QUERELLA CONTRA BANCA CATALANA

No quiso sintonizarla, pero lo hizo. Tampoco quiso verla, pero se tragó los cuatro capítulos. Uno a uno. Y si no fuera porque sabe que ha dormido, comido, paseado, ido al médico, merendado con las amigas y preparado comida para un nieto, sentiría que aún está ahí, clavada en el sofá, ante la pantalla, escuchando lo que no quería oír. Pero oyó.  

No puede decir que nada le viniera de nuevo, porque ella recuerda perfectamente aquel día: 25 de julio de 2014. A pesar del golpe terrible, ella lo exculpó. Y la talla de aquel hombre adquirió una dimensión trágica. El padre abnegado sacrificado por la codicia de sus hijos. Pero, esta vez, la lluvia fina ha calado. ¿Cómo poner palabras a lo que siente? Uno de los periodistas habló de decepción. Aunque ella quizá se inclinaría por desorientación. Un extravío que pone en jaque sus certezas. Porque ella estuvo allí. 

Ella fue una de las que coreó a Jordi Pujol en la plaza Sant Jaume. Ella también sintió la herida del ‘president’ cuando él clamó: «El gobierno central ha hecho una jugada indigna». También hinchó ella el pecho cuando le oyó gritar: «¡En adelante, de ética y moral hablaremos nosotros! ¡No ellos!». Se enorgulleció de formar parte de aquella manifestación de «catalanidad, democracia y convivencia». Y, al fin, se dijo a sí misma que acababa de vivir «un acto histórico». ¡Quién le iba a decir que después viviría tantos más! 

Con el caso Banca Catalana, ella se grabó con fuego que el gobierno español era capaz de todo contra Catalunya. El Ebre se convirtió en una frontera mental. A un lado, su hogar. Al otro, la tierra del otro. Del antagonista. ¿Del enemigo? También en casa había otros. Qué tristeza sintió cuando Pasqual Maragall entró en la Generalitat. Le dolió, sí. A pesar de que como alcalde le cayera bien. Pero una cosa era Barcelona y otra, el corazón de Catalunya.  

Pujol lo había dicho muy claro. La Generalitat «no puede caer en manos tan poco honestas». Porque ese Maragall era «un subversivo y un antipatriota». A los socialistas se les tiene que «enviar a la mierda de dos en dos», llegó a sentenciar. ¿Cómo no iba a vivirlo ella como una traición? Incluso sintió algo de miedo. ¿Qué pasaría con el catalán? ¿Y con la escuela? ¿Y con TV3? Ella se acordaba del «hábleme en cristiano» y del NoDo y de todas aquellas humillaciones que después se mezclaron con la de Banca Catalana.  

Una vergüenza, eso decían tantos periodistas, empresarios, intelectuales sobre el tripartito. Lo repetían en la tele, en los periódicos... Es verdad que ella no compraba según qué diarios. ¿Para qué? ¿Para leer mentiras como las de Banca Catalana o eso del 3%? Ya no sabían qué inventar esos socialistas y las cloacas del Estado. Y entonces llegó Artur Mas –qué respiro– y con él, el ‘procés’. Como un torrente, llegó. De repente, todos a la calle con las estelades.  

Sí, todos. Los que contaban. Los que eran como ella, leales a Catalunya, orgullosos de su identidad, de su cultura, de sus tradiciones, de un país avanzado que quería liberarse de un Estado ruin. Recuerda aquellos primeros años con emoción. Un pueblo unido que compartía un mismo sueño, una misma voluntad. Había alegría y serenidad, consuelo y seguridad. Todo saldría bien, porque era una cuestión de justicia y porque se lo merecían. En TV-3 lo decían bien claro. ¿Quién era ella para ponerlo en duda? Solo los otros andaban poniendo palos en las ruedas. Siempre los otros. Los mentirosos, los traidores, los antipatriotas. Los que querían ver a Pujol en la cárcel cuando Banca Catalana. Los que andaban enredándolo todo. Mala gente. Unos tristes

A principios de esta semana se tragó los cuatro capítulos de la serie 'Sagrada Familia', que desnuda las muchas vergüenzas del clan Pujol. Aún no encuentra palabras para definir cómo se siente. Tanto da. Hará como algunos de los que participan en la serie: aceptar la debilidad de los humanos y redirigir los afectos a otro de los suyos. Otra cosa son los rencores, en esos nunca se equivocó, está segura. Ahí siguen, fortificados en lo más hondo.  

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