Polarización
El Parlamento es cada vez menos la institución encargada de legislar y de controlar al Gobierno y es más un teatro en el que escenificar unas posiciones encaminadas a reforzar los lazos con tus seguidores e incrementar el odio hacia tus oponentes
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
El incremento de la fragmentación partidista y la presencia de partidos políticos situados en los extremos del espectro ideológico, particularmente la de Podemos y Vox, han dado lugar a un notable incremento de la polarización política, es decir de la distancia ideológica entre los partidos del sistema, y ello, a su vez, ha alterado el sentido de la competencia política pasando de un modelo de competencia centrípeta a un modelo de competencia centrífuga, al que los viejos partidos establecidos aun no han sabido sustraerse. Cada vez hay más evidencias empíricas, además, de que la polarización afectiva, esto es la distancia emocional entre aquellos que comparten nuestras posiciones y los que no, se ha incrementado generando fuertes sentimientos de rechazo, por lo que la distancia ideológica no solo afecta a partidos y élites políticas sino que también impregna al conjunto de la sociedad.
En este contexto quienes más réditos obtienen son los partidos que ocupan las posiciones más extremas y por ello son los más interesados en mantener la polarización y, si pueden, incrementarla. Es sorprendente, en consecuencia, el comportamiento que tanto Podemos como Vox tienen en el Congreso de los Diputados, esta semana sin ir más lejos, los unos acusando a sus oponentes de fomentar la ‘cultura de la violación’ y los otros tildando a sus rivales de ‘filoetarras’. El Parlamento es cada vez menos la institución encargada de legislar y de controlar al Gobierno y es más un teatro en el que escenificar histriónicamente unas posiciones encaminadas a reforzar los lazos con tus seguidores e incrementar el odio hacia tus oponentes, un comportamiento que ha arrastrado a los grandes partidos, sea por acción, sea por omisión. Estos, sin embargo, podrían revertir la situación adoptando un comportamiento más cooperativo y más responsable que permitiese el buen funcionamiento de las instituciones, empezando, por ejemplo, en el caso del PP por desbloquear la renovación del CGPJ y en el del PSOE con unas candidaturas menos partidistas para el TC. Despolarizar está en sus manos.
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