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Sean fuertes, sean amables

Si anhelamos otras maneras y comportamientos más civilizados y empáticos de relacionarnos, quizá sea efectivo empezar practicando y emulando la sonrisa de Ardern

Las primeras ministras de Finlandia, Sanna Marin, yde Nueva Zelanda, Jacinda Ardern.

Las primeras ministras de Finlandia, Sanna Marin, yde Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. / DIEGO OPATOWSKI

Patrycia Centeno

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Estas últimas semanas repito hasta la saciedad una frase que me acompaña desde hace años: “En el fondo, las formas son el fondo". Antes me servía para advertirles a los pseudoprogres que infravalorar, criminalizar y ridiculizar las formas no nos traería libertad sino más agresividad y mediocridad. Ahora, el dicho toma un triste tono de reproche como cuando el peor de los presagios se acaba haciendo realidad. Y en estas estaba, hundida en un mundo en el que de la especie humana ya solo espero lo peor, cuando una vez más Jacinda Ardern volvió, sin ella saberlo, a mi rescate...

La primera ministra neozelandesa, acompañada de su homóloga finlandesa Sanna Marin, se encontraba en plena rueda de prensa cuando un periodista preguntó si se reunían por ser mujeres, tener una edad parecida y otras similitudes… Ante el ataque machista, Ardern demostró por qué es uno de los grandes referentes del liderazgo femenino. "Es curioso que nunca le hayan planteado esto mismo a John Key (exprimer ministro) cuando se entrevistaba con Barack Obama", reflexionó en voz alta. Pero aunque el comentario obviamente le chocara, la mandataria sonrió. ¿Saben esas sonrisas femeninas aparentemente inocentes y cálidas que dejan de un modo tan sutil (elegante) en evidencia la estupidez y malicia del otro? Pues esa misma. Sí, hombre (me refiero a los varones porque a la mayoría de mujeres no hace falta que se la explique, les es ya prácticamente innata), son esas sonrisas con las que una misma se sorprende sabiéndose muy por encima (serena) de las agresiones externas. Son esas sonrisas que no se borran, sino que se acentúan y vienen a decir un "lo siento, chaval, no puedes herirme". Esa misma sonrisa que a la senadora Elizabeth Warren se le 'escapó' cuando en un debate en las primarias demócratas (donde los aspirantes eran mayoritariamente hombres igual o más mayores que ella) el moderador hizo referencia a su edad: "si gana, sería la presidenta más vieja". Divertida, fina, rápida e irónica, Warren contestó: "Bien, también sería la más joven". Exacto, esas son las sonrisas que recolocan en un instante al ignorante y recuerdan que el liderazgo puede tener otras formas más inteligentes (alejadas del grito, el insulto y el enfrentamiento constante). 

En su respuesta, Ardern añadió además una batería de datos que avalaban las relaciones socioeconómicas entre ambos países. A continuación, llegó el turno de la finlandesa quien remató la cuestión: "Nos reunimos porque somos primeras ministras". Ambas rieron con la complicidad de haber ganado la batalla sin necesidad de modificar su postura (ni su humor).

Ya durante el confinamiento, la neozelandesa se hizo mundialmente popular por el mantra que repetía a sus conciudadanos en cada una de sus comparecencias: “Sean fuertes, sean amables”. Pero además de exigirle a la población que recordara el poder de la ternura; la socialista ya hacía tiempo que venía aplicándose la receta y dando ejemplo. Por ejemplo, en uno de los episodios más duros que le ha podido tocar como mandataria, cuando en 2019 su país sufrió el mayor atentado de su historia. Ardern huyó entonces del viejo patrón de "si te pegan, pega". Vimos a la primera ministra en las mezquitas donde tuvo lugar el atentado cubierta con un hiyab (presentando sus respetos también con su estética a la mayoría de las víctimas musulmanas) y abrazando con los ojos cerrados (sentimiento sincero) a los supervivientes de la matanza supremacista. Inició su discurso en el Parlamento con un saludo en árabe ('salam aleikum', la paz sea contigo) y prometió y animó a que nadie mencionara jamás el nombre del asesino para no otorgarle ningún tipo de relevancia. También pidió que no se publicaran ni compartieran las imágenes del atentado ni el manifiesto de odio escrito por el asesino. Ante la supuesta preocupación y disposición de ayuda que le ofreció Donald Trump a través de un tuit; la neozelandesa solo le solicitó "simpatía y amor por todas las comunidades musulmanas".

Porque en el fondo, las formas son el fondo. Y si anhelamos otras maneras y comportamientos más civilizados y empáticos de relacionarnos, quizá sea efectivo empezar practicando y emulando la sonrisa de Ardern: “sean fuertes, sean amables”. 

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