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Nuestra argentinidad

Lewandowski saluda a Messi antes del Polonia-Argentina en Doha.

Lewandowski saluda a Messi antes del Polonia-Argentina en Doha. / FCBARCELONA

Jordi Puntí

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Polonia-Argentina. Antes de empezar el partido, el aficionado culé quiere creer que tiene el corazón dividido: ¿Lewandowski o, sí, claro, Messi? A los cinco minutos, sin embargo, después de ver que el 9 polaco debe hacer la guerra por su cuenta, las prioridades se imponen. Que gane Argentina, es decir, que gane Messi, y que pasen como primeros de grupo. Todos queremos verle levantar la Copa del Mundo, no porque tenga que demostrarnos que es el mejor de la historia, sino porque -como me dijo una vez un taxista de Buenos Aires- así tendría más “argentinidad” y sus compatriotas se lo creerían.

Los barcelonistas vemos los partidos de Argentina como si fuera aquel su Barça. En un ejercicio de daltonismo interesado, cambiamos el azulgrana por la albiceleste. Son muchos años viendo jugar a Leo Messi en casa y nos bastan unos minutos para revivir sensaciones que teníamos dormidas: su omnipresencia, la fe en que él solo puede hacer cambiar el partido, pero también la convicción de que su juego hace mejores a sus compañeros. Ayer, por ejemplo, vimos varias veces esa jugada en la que abre hacia el extremo izquierdo y, por un momento, esperábamos encontrar a Jordi Alba. Pero no, lástima, la recibía Acuña.

Quizás la diferencia es que ahora, hoy, con Argentina reencontramos comprimidas todas las versiones que conocimos de Messi, y según el partido también vemos al jugador que a veces luchaba solo contra los elementos. Si las cámaras le enfocan enseguida escrutamos su rostro: ¿está asustado?, ¿se le ve confiado? Ayer estuvo todo el rato muy serio -le habían parado un penalti que, además, era un regalito ridículo-, pero después hizo funcionar al equipo con un repertorio de asistencias. Una vez ya tenían los dos goles en el saco, se mostró magnánimo y, caminando, Argentina jugó con Polonia como un gato con un ratón simpático, sin hacerle daño. ¿Por qué Polonia y no México? Me acordé del boxeador Canelo, el mexicano que hace unos días amenazó a Messi. Una venganza en frío. Todo el juego pasa por él, y ahora toca Australia, exotismo futbolístico.

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