Tribuna

Mujeres y Derecho: de profesión jurista

La historia no se escribe tan deprisa como quisiéramos y cuando analizamos las dificultades para acceder a determinados puestos nos sorprende que aún estemos donde estamos

Imagen del mazo de un juez.

Imagen del mazo de un juez.

Esther Giménez-Salinas

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A veces 100 años parecen mucho, pero en la historia son muy pocos. Hace tan solo ese tiempo que las mujeres pudieron matricularse oficialmente en la universidad, concretamente en 1910. Antes únicamente existieron algunas excepciones: algunas mujeres pudieron acceder a los estudios universitarios con un permiso especial del rey.

Las primeras licenciadas fueron todas de Medicina, entre los años 1875 y 1884. Esto no sucedía solo en España, sino que en el resto de Europa la situación era similar. La mujer accedía a carreras de letras, con escasa inserción laboral o a carreras relacionadas con la función de "cuidadoras", categoría en la que Medicina encajaba sin mayores problemas. Curiosamente, Derecho fue una de las carreras que más resistencia opuso a la entrada de las mujeres. Sin duda, es estrecha la relación entre el ámbito público y el poder. Allí no nos querían. 

Afortunadamente, hoy las cosas han cambiado: el porcentaje de mujeres en la carrera de Derecho es del 59%frente al 41% de hombres, y las mujeres son muy buenas estudiantes. Pero la historia no se escribe tan deprisa como quisiéramos y cuando analizamos las dificultades para acceder a determinados puestos nos sorprende que aún estemos donde estamos. Vayamos por partes.

Durante la Segunda República, las juristas pudieron acceder tímidamente a algunas profesiones jurídicas, no a todas. No en vano en aquella época (1931-1939) se propugnó el respeto por los derechos políticos y sociales. En 1931 se autorizó a las mujeres a ser notarias y registradoras, pero se les denegó el acceso a la Fiscalía y a la Judicatura.

María Ascensión Chirivella Marín fue la primera mujer que ingresó en un colegio de abogados, el 12 de enero de 1922, concretamente en el de Valencia, y Victoria Kent Siano fue la primera abogada en la Audiencia de Madrid (abril de 1925) y también fue la primera directora general de prisiones.

Con la dictadura franquista, en 1939, se produjo un gran retroceso: "La Ley de 29 de julio de 1943 sobre ordenación de la universidad española incorporó una serie de cambios legislativos en la estructura universitaria, con la finalidad de devolver a España su unidad, su grandeza y su libertad”. De hecho, la curva de mujeres matriculadas en la universidad, que había experimentado un notable ascenso hasta 1939, se situaba en 1960 en cifras tan bajas como al inicio.

Hasta 1966 la carrera judicial estuvo prohibida legalmente a las mujeres, que tampoco podían ser directoras de sucursales bancarias. Una mujer no podía ni abrirse una cuenta en el banco ni tramitar un pasaporte sin el permiso de su marido.

En diciembre de 1977, Josefina Triguero Agudo fue la primera mujer que aprobó las oposiciones a juez de primera instancia y hubo que esperar hasta el 23 de enero de 2002 para que Milagros Calvo fuera elegida magistrada de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. Se convertía, así, en la primera mujer en acceder al Alto Tribunal. Hoy el Tribunal Supremo está compuesto por el presidente, el vicepresidente, los cinco presidentes de sala, y 74 magistrados. De todos ellos, catorce son mujeres, solo un 12% del total. En cuanto al Tribunal Constitucional, solo ha contado con ocho mujeres desde su creación, en 1980.

Tampoco la Universidad sale bien parada en la fotografía, con un porcentaje del 25% de catedráticas y un 18% de rectoras, y en según qué épocas, la cifra va a la baja. Hoy por hoy el sistema universitario de Catalunya no cuenta con ninguna rectora, cuando en 2009 éramos cuatro. 

No pensé que esto pudiera volverme a suceder, pero cuando hace unos meses tomé posesión como Síndica de Greuges de Catalunya, de nuevo tuve la extraña sensación de que algo no estaba bien. Igual que otras veces, volvía a ser "la primera mujer que ocupaba ese cargo", y pensé que ya no tocaba. Pero, además, llegué a un lugar en el que incluso la institución tenía una denominación masculina: "Síndic de Greuges - el defensor de las personas"... Queda todavía mucho camino por recorrer.

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