Artículo de Jordi Mercader

No es economía, es política, estúpidos

ERC rehúye una decisión trascendental para el futuro de la política catalana y en consecuencia para el país, su economía, para las relaciones con el Estado y para el 'procés' bis

El 'president' Pere Aragonès y el jefe de la oposición, Salvador Illa, en el Parlament

El 'president' Pere Aragonès y el jefe de la oposición, Salvador Illa, en el Parlament / FERRAN NADEU

Jordi Mercader

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Un asesor de Bill Clinton puso de moda hace treinta años una frase ocurrente y contundente: “Es la economía, estúpido”. El candidato demócrata pretendía afearle a George Bush su predilección electoral por la política exterior; a partir de ahí, la frase se convirtió en un mantra. Oriol Junqueras tiene su particular estilo para los sermones políticos y en su advertencia a la oposición independentista y a la socialista para convencerles de la urgencia y prioridad de aprobar los presupuestos evitó calificarlos de estúpidos (solo les acusó de egoístas y miopes) por no saber percibir la legitimidad de ERC para exigir a todos que sometan sus intereses a los del gobierno de Pere Aragonès. Junqueras soslayó naturalmente que Junts y PSC están legitimados también para negarles a los republicanos su apoyo.

Los presupuestos catalanes dependen en buena medida de la orientación de los presupuestos el Estado y estos están encaminados por Pedro Sánchez, gracias entre otros a los diputados de ERC. Las cuentas autonómicas no tienen porque ser miméticas, sin embargo, difícilmente desvirtuarán el carácter progresista de las del gobierno central que también lo es de Catalunya. Así las cosas, todo parece indicar que, tanto Junts como PSC, lo que le están diciendo a ERC cuando le apremian a negociar es que la decisión sobre qué votos eligen para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat “es política, estúpidos”.

El presidente Aragonès quisiera aprobar los presupuestos con los votos de PSC, Junts, En Comú Podem y la CUP, evitándose el riesgo de elegir socio político para los meses que le quedan en el gobierno. ERC rehúye una decisión trascendental para el futuro de la política catalana y en consecuencia para el país, su economía, para las relaciones con el Estado y para el 'procés' bis. La disyuntiva es entre la ruptura del bloqueo político y la apuesta por la transversalidad o la insistencia en la vieja política de "la puta y la Ramoneta" que el mismísimo Jordi Pujol dio por finiquitada en 2012.

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