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Carne in vitro, ¿Quién dijo que no?

El consumidor consciente debe dar una oportunidad a la alimentación producida con células de animales vivos

Hamburguesa vegetal

Hamburguesa vegetal

Gemma Martínez

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Dominique Crenn es una chef francesa afincada en San Francisco (California) que fue la primera mujer en Estados Unidos en recibir las tres estrellas Michelin en su restaurante Atelier Crenn. La cocinera, defensora de la gastronomía sostenible, se prepara para servir por primera vez carne de pollo cultivada en laboratorio a partir de células de animales vivos. Su proveedor es la startup de California Upside Foods, cuya carne in vitro acaba de recibir el visto bueno de las autoridades de EEUU. Consideran que es apta para el consumo humano y se espera que en meses llegue a las mesas de los restaurantes más selectos del país.

La producción a gran escala aún tardará un tiempo, pero el beneplácito oficial al pollo de Upside Foods y el fervor de Crenn ha reabierto el debate sobre si es conveniente o no desarrollar alimentos a partir de células animales obtenidas de ganado, aves y mariscos. Hasta ahora la carne cultivada solo se vendía de forma regular en Singapur. Sus productores afirman que tiene las mismas condiciones que la tradicional, tanto en sabor como en calidad y valores nutricionales.

A favor del pollo de laboratorio están los que lo defienden como una alternativa más respetuosa con el medio ambiente en un planeta superpoblado y en crisis climática. Sostienen que las células se obtienen de animales vivos que no tendrán que sacrificarse y que así se reducirá la huella climática asociada a la producción de carne tradicional (emisiones de gases, tierra de cultivo, agua, fertilizantes). Tan convencidos están que desde 2016 han invertido cerca de 2.000 millones de dólares en el desarrollo de la carne cultivada.

En el otro extremo, están los negacionistas de la alimentación de laboratorio. Dicen que nunca será igual que la carne de verdad, que costará mucho más y que no será aceptada por la mayoría de los consumidores. Además, creen que su generalización perjudicará a la agricultura y tienen dudas de que cuando se produzca a gran escala no sea igual de contaminante.

El debate es apasionante, pero no hay duda de que la innovación asociada al desarrollo de esta carne de laboratorio debe aplaudirse. Que por sí sola no resuelva todos los males del planeta no es motivo suficiente para rechazar una alternativa que puede convivir con la agricultura tradicional y a la que el consumidor consciente tiene que dar una oportunidad sin miedo. Crenn lo sabe bien.

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