Caleidoscopio de Julio Llamazares

Viernes negro

El viernes negro no es solo hoy, sino cada uno de los días en los que una mujer perdió la vida

Manifestación 25N en València contra todas las formas de violencia machista.

Manifestación 25N en València contra todas las formas de violencia machista. / M. A. Montesinos

Julio Llamazares

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Coinciden este viernes la conmemoración del día internacional contra la violencia hacia las mujeres, que se celebra todos los 25 de noviembre desde 1999 como homenaje a tres mujeres dominicanas asesinadas, tal día como hoy, por la policía del dictador Trujillo, y el llamado ''Black Friday', celebración de origen norteamericano, cómo no, que rápidamente se ha extendido por todo el planeta y que está dedicada a convertir el que parece ser era el día de menor actividad comercial en Estados Unidos en una orgía de consumismo. Se juntan, pues, dos caras de un mismo mundo que harán de este viernes un viernes negro de verdad. Porque me da, ojalá me equivoque, que en esa coincidencia de las dos celebraciones la que va a acaparar casi todos los focos es la del consumismo, cuando debería ser al revés.

En lo que va de año solo en España han muerto a manos de sus parejas 38 mujeres, una cifra que sobrecoge a quien la diga en voz alta: 38, y que se repiten con oscilaciones año tras año, a pesar de todas las campañas de concienciación sociales y educativas y de las manifestaciones que tras cada asesinato se realizan en las calles y plazas de todo el país. 38 mujeres asesinadas son un genocidio que si se produjera entre la población, por ejemplo, de una etnia o de una región concreta nadie dudaría en llamarlo así. Y sucede, además, que nos acostumbramos a él y a esas cifras tremendas, con lo que corremos el peligro de relativizar la realidad que esconden.

El viernes negro no es, por lo tanto, solo hoy, sino cada uno de los días en los que una mujer perdió la vida, a veces junto a sus hijos, a manos de su pareja o expareja en un país que se considera civilizado y en el que las instituciones gastan mucho dinero en concienciar a la población contra la lacra de los feminicidios o en combatirla preventivamente a través de medidas de alejamiento y de protección policial que, por lo que se ve, no dan los resultados que cabría esperar de ellas. Y es que no resulta fácil proteger a las personas en la intimidad de sus domicilios, que es donde se gesta el odio y donde se llevan a cabo muchas de las agresiones.

Pero lo peor es que todavía haya un sector de la población, y no minoritario a juzgar por el número de votantes de la formación política que la representa, que niega la mayor, esto es, la existencia de una violencia específica contra las mujeres, en virtud de no se sabe bien qué prejuicios contra ellas o contra quienes las defienden. Un negacionismo cruel que se alimenta de lo peor del machismo de la sociedad, ese que considera a la mujer un ser inferior o superior (románticamente, claro), no igual, y que para su desgracia comparten bastantes mujeres, lo que uno no se explica sino es desde una patología ideológica que les impide ver lo que toda la gente ve. Seguramente, estos celebrarán hoy el viernes negro comprando.

Decía el filósofo suizo Dürrenmatt que lo único imposible de demostrar es lo evidente y uno lo vuelve a recordar a propósito de la sangría que se está produciendo en España y en el mundo entre la mitad de la población, que es la de las mujeres, y que algunos siguen negando. O relativizándolo, como esos medios de comunicación que desde hace semanas nos bombardean con la publicidad del 'Black Friday' sin acordarse del viernes verdaderamente negro, que es el de la violencia contra la mujer.

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