Limón & vinagre

Inés Arrimadas, manifestante en Waterloo y fan de Maluma, por Pilar Garcés

La carismática política que se merendaba a cualquier oponente en los coloquios de la tele deberá erigirse en candidata de los suyos, que hoy le cuestionan el hiperliderazgo

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en rueda de prensa.

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en rueda de prensa. / CIUDADANOS

Pilar Garcés

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Si por algo vamos a echar de menos Twitter es por comentarios como el que compara a Ciudadanos con los personajes de la película 'Los otros' de Alejandro Amenábar. Quienes la han visto entienden el símil con un cierto estremecimiento, y los que no, agradecerán que me resista a destriparla. El partido naranja va hacia la Refundación Liberal capitaneado por Inés Arrimadas, una vez estrella fulgurante de la política nacional, hoy la jefa que corre en dirección contraria a la desbandada de muchos de los suyos haciendo como que no los ve. Si nos atenemos a los resultados de la formación en las últimas elecciones catalanas, castellanoleonesas y andaluzas, la 'Refundición' Liberal mandará al grueso de sus votantes al PP, de donde tal vez nunca debieron salir. Pero antes, la carismática política que se merendaba a cualquier oponente en los coloquios de la tele deberá erigirse en candidata de los suyos, que hoy le cuestionan el hiperliderazgo y mañana le pueden enseñar la puerta. No será la primera líder de estas siglas que se desmorona como un suflé, verbigracia el fundador Albert Rivera. Qué va a ser de los nuevos perfiles que cuestionaban la vieja política, de los flamantes movimientos que amenazaban al bipartidismo. A derecha e izquierda están siendo víctimas de sus propios egos.

Si Catalunya alguna vez fue un problema, hoy no nos acordamos. O se ha resuelto, o se ha empequeñecido tanto que ya no sirve para colocarlo como eje en el que pivote el devenir de toda la nación. Más hiperbólica y ridícula que nunca se visualiza la foto que el 24 de febrero de 2019 se sacó Inés Arrimadas delante de la casa de Carles Puigdemont en Waterloo, con una pancarta en la que podía leerse “La república catalana no existe, Puigdemont”. Era domingo por la mañana y según las crónicas la líder de Ciudadanos en Catalunya llegó, se pertrechó tras el trapo, y en media hora ya abandonaba el césped del 'president' fugado, que la invitó a dialogar para al menos amortizar el billete de avión, pero no obtuvo respuesta. El día anterior había anunciado su salto a la política nacional, porque la unidad patria se defiende mejor desde la capital y porque en la oposición periférica hace demasiado frío. Estamos hablando de la candidata que ganó las elecciones catalanas de 2017 y no movió ficha ni para amagar que plantaba cara a su bestia parda favorita, el independentismo, al que cedió el asiento sin pelea, quién dijo miedo escénico. Hace unos días, espoleada por el acuerdo del Gobierno de coalición para eliminar el delito de sedición favoreciendo a los socios de Esquerra, se ha reencontrado con su propósito en esta vida, invitando a Alberto Núñez Feijóo a plantear una moción de censura contra Sánchez. “Esto parece una república bananera en manos de un presidente sin escrúpulos”, dijo, aunque sin pancarta. No se tiene constancia de que el líder del PP esté subiendo o bajando esa escalera para acompañarla en su cruzada.

Pero en algo hay que entretenerse mientras el tiempo corre hacia la 'Defunción' Liberal de Ciudadanos. En la apuesta por una bicefalia, Arrimadas persigue quedarse como cabeza de cartel para las próximas generales y dejar el partido en manos de quien lo quiera. Pero incluso en esta liza se le apuntan rivales: la vicealcaldesa de Madrid Begoña Villacís, o incluso Cayetana Álvarez de Toledo, la paracaidista de todas las invasiones de salón. Puede que semejante competencia sea producto de uno más de esos micromachismos que sufren las mujeres dedicadas a la política, según los cuales dos féminas son incapaces de llevarse bien, o si se hablan es para despellejar a una tercera. Ellas, las naranjas, no se comportan así. Este mismo fin de semana compartían escenario en un acto bautizado 'Prohibido prohibir', convocado dentro del proceso de 'Desfondación' Liberal del partido. En él se cachondeaba Arrimadas de las mujeres de Podemos, que «están todo el día diciéndonos que no debemos decir esto o lo otro por las dinámicas machistas, pero yo digo que cuando se duchan ponen a Maluma a todo tren en el Spotify. Seguro. Las que van de feministas son las peores». A lo mejor se trata de una manera de marcar distancia con el Gobierno en plena polémica por la ley del 'solo sí es sí', que Ciudadanos respaldó con sus votos en el Congreso. O a lo peor es un intento desesperado de congraciarse con los señores que nunca votarían a mujeres inteligentes.

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