Nuestro mundo es el mundo | Por Joan Tapia

Gran Bretaña: ¿doble salto mortal?

En ocho semanas pasa de bajar impuestos con entusiasmo a un plan de máxima austeridad

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g.bretanya web / Leonard Beard

Joan Tapia

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Cuando Boris Johnson dimitió su sucesora, Liz Truss, elegida en las primarias de setiembre con un programa anti-impuestos y muy a la derecha, sorprendió afirmando que el sueño del Brexit estaba cercano y que Gran Bretaña sería un gran Singapur. La receta, infalible, era la neoliberal extrema de su ministro de Hacienda Kwasi Kwarteng. Una gran rebaja de impuestos de 45.000 millones de libras a los más acaudalados que haría recuperar la inversión, el empleo y el crecimiento.

El déficit así generado se financiaría con deuda porque Gran Bretaña era solvente, los mercados liberales y el crecimiento acabaría matando el déficit. Fue una borrachera de otoño. La libra se desplomó, los bonos británicos subieron a un diferencial de 1,8 puntos con los franceses y el pánico cundió. Kwarteng fue cesado y Liz Truss tuvo que nombrar a Jeremy Hunt, un moderado del partido. Pero no bastó y Truss dimitió el 20 de octubre. Las nuevas primarias las ganó Rishi Sunak, multimillonario de origen indio que ya fue candidato ortodoxo contra Truss y antes ministro de Hacienda de Johnson, al que acusó, ayudando a su caída, de hacer promesas económicas imposibles.

Sunak confirmó a Hunt y el jueves presentaron un plan que es todo lo contrario del de Truss y Kwarteng. A una alocada rebaja fiscal de 45.000 millones de libras le sucede un plan de máxima austeridad de 55.000 millones (63.000 en euros): de nuevos impuestos de 25.000 millones (no solo a los más ricos) y de 30.000 millones de recortes de gastos. El plan es de 5 años, pero muchos impuestos suben de inmediato y lo más llamativo es que el máximo de la renta del 45%, que Truss iba a suprimir y que pagaban los que ganaban 150.000 libras, no solo se mantiene, sino que afectará a los de más de 125.000.

En ocho semanas Gran Bretaña ha dado la vuelta a su plan de vida como a un calcetín. Apuntemos algunas causas. Los mercados no compran ideas sino solvencia y el plan de Kwarteng hacía agua. Bajar impuestos con fuerza alimentaría la inflación, que ya supera el 11%, justo cuando el Banco de Inglaterra tenía que subir los tipos de interés para combatirla. Un contrasentido. Y la deuda pública llegará al 97% del PIB. Esos eran los hechos ciertos mientras que el crecimiento prometido era solo un deseo por comprobar. 

Ahí radica una de las causas de la rectificación por las que Gran Bretaña ha tenido que embarcarse en una austeridad de caballo cuando su PIB caerá un 1,4% en 2023. Aunque a Sunak y Hunt les preocupa el equilibrio social, saben que tienen elecciones a finales del 2024 y que el Labour les lleva hoy 20 puntos de ventaja. Por eso apuestan por la sanidad pública (muy deteriorada) y la enseñanza. Y las pensiones subirán con la inflación.

Pero la gran pregunta es porque Gran Bretaña tiene que adentrarse en la austeridad cuando cae el PIB mientras los países del euro intentan combatir la recesión con el gasto público. El programa de Truss hundió la confianza de los mercados y ahora hay que recuperarla. Además, el Banco de Inglaterra es solo el de un país mientras que el BCE es el de 19 países con un PIB conjunto y una potencia muy superiores. Por eso España con un 113% de deuda pública e Italia con casi un 150% tienen más margen.

Y tras los volantazos de la política económica está el gran error del Brexit que ha generado una gran inestabilidad política. En seis años, desde el Brexit, Gran Bretaña ha tenido cinco primeros ministros (Cameron, May, Johnson, Truss y Sunak), el mismo número que en los 37 años anteriores. En junio del 2016, el 51,9% de los británicos votó a favor del Brexit. Hoy, según la última encuesta solvente, solo el 32%, contra el 56%, cree que la decisión fue acertada.

El parlamentarismo nació en la Gran Bretaña medieval, luego construyó un gran imperio y fue la primera potencia económica durante todo el siglo XIX, hasta la guerra mundial de 1914. Pero la nostalgia imperial y un nacionalismo exacerbado y desinformado, que creía poder salir de la UE para recuperar la libertad frente a Bruselas, la han acabado debilitando. Y hoy la gran preocupación del nuevo primer ministro es que su plan económico, pese a que no será popular, sea aprobado por los divididos y díscolos diputados conservadores. Caso contrario…

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