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Guerra cultural en los juzgados

La ministra de Igualdad, Irene Montero.

La ministra de Igualdad, Irene Montero. / Eduardo Parra - Europa Press

Albert Sáez

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De la ley a la ley pasando por la ley. Este aforismo de uno de los arquitectos de la transición, Torcuato Fernández Miranda, explica la batalla que estamos viviendo a propósito de la llamada 'ley del solo el sí es sí' que ha cambiado la calificación penal de los abusos sexuales para corregir sentencias como la del 'caso de la manada'. Un muy buen profesor nos resumió en una ocasión a un grupo de inberbes de secundaria la continuidad que hay entre la moral, la ética, las costumbres y la ley. Si la moral recoge los principios, la ética ordena los valores, las costumbres guían los comportamientos y las leyes determinan los límites normativos. Cómo queremos ser, qué queremos hacer, qué tenemos que hacer y qué tenemos prohibido. La moral es bastante inalterable, la ética es cambiante, las costumbres efímeras y las leyes... Ese es el problema. ¿Qué hacemos con las leyes? El conservadurismo clásico siempre ha pretendido que las leyes frenen los cambios de costumbres para que la moral preexistente prolongue su vigencia más allá de la voluntad de los individuos. Y en los últimos años, la izquierda pujante ha impuesto su visión gramsciana para pretender que sean las leyes las que alteren la moral de las personas. Este es el epicentro de lo que ahora algunos llaman la "guerra cultural" atizada por la aceleración de la vida digital. Nuestras sociedades se debaten entre los que defienden que el Estado no es nadie para organizarles la vida y los que consideran que no hay tiempo que perder para convertir los derechos en obligaciones.

El choque de la ministra Montero con el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) es herencia de la teoría de Fernández Miranda. La continuidad en la ley dio estabilidad pero también consagró la continuidad en los cuerpos funcionariales de la justicia en los que nunca se hizo una renovación como la que impulso Serra en el caso de los militares. La ministra Montero, gramsciana ella, ha acusado a los jueces de ser una pandilla de machistas retrógrados. Y los jueces les han contestado afeándole la laguna legal que ha provocado el desaguisado de las excarcelaciones de algunos condenados por abusos. Una guerra cultural en toda regla que aparta del debate político el conocimiento y la ponderación. El cambio es inevitable por eso no hace falta acelerarlo con leyes mal hechas.

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