Desperfectos | Artículo de Valentí Puig

La plusmarca de Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno y el de la Generalitat son dos políticos tácticos, capaces de maniobrar con el supuesto de que la verdad a la hora del desayuno no es la misma que en el aperitivo

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / DAVID CASTRO

Valentí Puig

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Pedro Sánchez ha adelantado su Black Friday con un sprint memorable como minorista de la política. Si no es que existía un 'tempo' previamente concertado entre la Moncloa y la Generalitat, Pere Aragonès le ha igualado en velocidad exponencial pidiendo la reforma del delito de malversación después del salto cuántico del líder del PSOE cuando anunció que la sedición no será lo que era. Pedro Sánchez, más urbanita y de europeísmo más oficial, comparte con Aragonès un sentido radicalmente posmoderno de la verdad, aunque el hombre-revelación de ERC, con permiso de Oriol Junqueras, sea de estirpe rústica. Mientras Sánchez es más de baloncesto, Aragonès espera que una torre de 'castellers' suba hasta el carrillón de la Generalitat.  

Son dos políticos hiper-relativistas y tácticos, capaces de maniobrar con el supuesto de que la verdad a la hora del desayuno no es la misma que la que formulamos en el aperitivo. A su modo, ambos innovan aunque sea difícil saber hacia dónde ni por qué. Tradicionalmente, se suponía que incluso la política más directa requería una dosis de ambigüedad. En cambio, Sánchez prescinde de la credibilidad, ya más allá de sus entendimientos con Podemos o del abrazo marroquí que irritó al proveedor de gas que es Argelia. Ahora remata su tesis de la desinflamación de Catalunya con un cambio legislativo drástico y traslada todas las culpas a un PP cuyos errores con el “procés” son innegables, aunque todavía no consta que Mariano Rajoy convocase el referéndum ilegal en octubre de 2017.

Con la finta extrema del delito de sedición es improbable que el presidente del Gobierno gane en verosimilitud, ni tan siquiera con sus votantes. A lo sumo, favorece al PSC en Catalunya, con una versión nueva de la estrategia que hace años anunciaba Miquel Iceta: la mejor arma contra el independentismo era “dividir, dividir y dividir”. Efectivamente, ERC y JuntsxCat han colisionado. Pero Pedro Sánchez convierte el siguiente capítulo en una sucesión de carambolas semánticas que perjudican su veracidad. Ahí está lo que Sánchez ha dicho sobre el antes y después del delito de sedición, la trampa de la homologación pan-europea o las urgencias del indulto.

Políticamente, la falsedad política prolifera al instante. Antes de 'Los viajes de Gulliver', Jonathan Swift escribe sobre el arte de la mentira política. Dice que si una mentira logra ser creída solo durante una hora, ya con eso cumple. La falsedad –añade- vuela, y la verdad llega luego cojeando, de modo que ya es tarde para quien quiera salirse del engaño. Incluso así, los electorados con más despreocupación o pasividad en algún momento se dan cuando la política ya no merece confianza. Sin un fundamento de veracidad, la vida pública pierde cohesión

Al presidente del Gobierno ya le había restado crédito frecuentar socios como Podemos, ERC o Bildu. El triple salto mortal al cambiar el delito de sedición puede ser lo que desquicie su política de forma más perentoria. Ha ido más allá de ser ahorrativo con la verdad o de la ambigüedad calculada y los argumentos reversibles. Va acercándose a un punto sin retorno. Tal vez le guste jugárselo todo a una carta.