Después de romper cosas
A pesar de estar cabreados, dolidos y cansados, necesitamos hacer ver que lo estamos, necesitamos la explosión, pero a través de una ficción que se paga
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Hace dos años, mientras oscilábamos todavía entre cierres y restricciones, un empresario de Vilanova decidió abrir un negocio llamado Axerum que se presentaba como la primera 'rage room' o 'anger room' de la península. Es decir, un espacio en el que expresar la rabia o la ira sin consecuencias penales. Ya existían, por ejemplo, empresas que trataban de canalizar el estrés acumulado con una propuesta que incluye lanzar hachas contra un muro de madera, pero hasta entonces todavía no existía, en el país, la posibilidad de encerrarse en una habitación a romper cosas. Hablaba de ello Ana Sánchez en un reportaje de EL PERIÓDICO donde se describía con detalle la vestimenta de los participantes (casco protector con visera, mono, botas militares y guantes de operario especializado) y las herramientas que utilizaban, básicamente barras de hierro (“porque los bates de béisbol se rompen con facilidad”).
Axerum todavía existe y se presenta como una "forma segura y controlada donde podrás destrozar todo tipo de objetos, para ahuyentar la ira o simplemente por diversión". Hay packs, según el nivel de excitación de cada uno, con una amplia variedad de objetos por destrozar: desde platos y tazas a impresoras y frigoríficos; desde la habitual cristalería que desmenuzarías en casa en un momento de arrebato hasta televisores o torres informáticas. En el paquete de 30 euros, el más económico, hay 23 cosas pequeñas. En el de 60 euros, hay 20 pequeñas y 2 objetos grandes. También se puede individualizar el pedido, con inclusión de mastodónticas estructuras o con más objetos a destrozar (y más tiempo para hacerlo, claro) o con aportación de porcelanas, cuadros y figuritas de vidrio personales, traídos de casa.
Los comentarios de los usuarios son todos entusiastas. Dejan las neuras, abandonan las inquietudes y las presiones. Las endorfinas aumentan, se libera serotonina y todo el mundo duerme plácidamente después del destrozo. El particular día de furia es un simulacro en el que no es necesario recoger los platos rotos ni responder de los desperfectos ocasionados. Este debe ser el secreto que también nos explica como sociedad. A pesar de estar cabreados, dolidos y cansados, necesitamos hacer ver que lo estamos, necesitamos la explosión, pero a través de una ficción que se paga. Quizás sería demasiado arriesgado atreverse a hacer lo mismo de verdad. El retorno plácido al hogar después de la catarsis y del estallido de violencia no tiene precio.
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