Agua corriente

La mujer funambulista

Esta semana, la escritora Emma Riverola se pone en la piel de una mujer que… No, un momento. ¿Debería hacerlo? ¿Está preparada? ¿Seguro?

Tres maneras de superar la ansiedad cuando crees que te ha paralizado

Tres maneras de superar la ansiedad cuando crees que te ha paralizado

Emma Riverola

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Por enésima vez ha dicho que no. Ya no pone excusas. Simplemente, un “no gracias, ese día me resulta imposible”. Durante unas horas, dudó. Supéralo ya, se dice. Pero después de una cena atragantada y una noche sin dormir asumió que su equilibrio mental requería una nueva negativa. Y sí, llegó el alivio, aunque también ese rastro amargo, viejo conocido. Pero la vida es así, mejor conocer los propios límites. ¿Para qué sufrir?, se dice. Se consuela.  

Como una funambulista, piensa. Paso tras paso, la red bajo los pies y la plataforma de salvación a escasos metros. Y, de repente, la red desaparece. Se rasga, vuela, se desintegra. Abajo, solo el abismo. Sigue andando, se dice. Pero ya nada es igual. El cuerpo se tensa, el sudor le cubre las palmas de las manos, teme que el contrapeso, la vara de madera se resbale. Los pasos se vuelven temblorosos, la mirada pierde la concentración y el vacío quiere engullirla. Ya no recuerda cómo se camina. ¿En qué momento se le ocurrió pensar que podría? 

Como una nube de hollín. Todo lo cubre. Se pega a la piel, se cuela en la respiración, irrita los ojos. Inevitablemente, lo que hace un segundo estaba lleno de luz, se torna opaco, sin brillo. Imposible ver más allá de un palmo de las narices, imposible pensar. El cerebro, también tiznado. Calla, que nadie sepa que el polvo se coló entre los pliegues. Vete, que nadie descubra ese rostro cubierto de ceniza. ¿Por qué se coló donde no debía? 

Como una pesadilla. Camina por la calle y, de repente, descubre que va desnuda. Se equivoca de aula, no ha preparado ese examen. En el escenario, se le olvida el papel. Los invitados a punto de llegar, el guiso está incomestible, ¿por qué se lio? El viajero que se equivoca de vagón, ¿qué dirá el revisor? La bailarina que pierde el paso. La jueza juzgada por el tribunal. La conductora que desconoce las señales. La escritora que pierde las letras. La conferenciante que no tiene nada que decir. ¡Fraude! 

Ha vuelto a decir que no.  

Durante las horas de duda, pensó en cómo podría enfocar el tema. No desde un punto personal, eso no. Tampoco hace falta, hay tantas que han dado testimonio. Hombres también, cierto, pero prefiere leerlas a ella. Las siente más cerca. Aunque, no, claro, no debería compararse. Es absurdo. Ellas están allí, en lo más alto: “Nos hacemos pequeñitas”, Michelle Obama. “Descubrirán que solo soy una mentira total”, Charlize Theron. “Todavía siento que estoy comenzando de cero”, Viola Davis. “Cuando recibo reconocimiento, me incomoda terriblemente. Tiendo a encerrarme en mí misma”, Emma Watson. 

Es una sombra que no deja de alimentarse de otras sombras. Eso no está bien, dice el padre. Nunca lo está. ¡Cuidado!, la madre. Eterna minoría de edad. Dos tonos más altos para que se escuche su voz. ¿Por qué cada movimiento es una batalla? Para expresar su opinión, para ser reconocida, para ejercer su forma de liderazgo… ¿Qué se premia? ¿Por qué se fomentan el conflicto, los gritos, las discusiones? Mil cosas en la cabeza y un combate entre lo personal y lo profesional. Siempre se pierde algo. Quizá a sí misma. Éxito, ¿quién decide qué es y cómo debe vivirse? ¿Qué es encajar? El tipo que se aúpa humillándote, el que se envalentona con tus dudas, el condescendiente, el perdonavidas… ¡Y qué cansancio! A veces, solo queda el silencio como refugio. También un muro de las lamentaciones.  

Un muro. Se pregunta cómo sería si lograra derribarlo. Es absurdo, no hay que darle más vueltas. Pero, inevitablemente, la interrogación se convierte en sueño, en deseo. Caminar sintiendo la red a un metro de distancia, sabiendo que basta con colocar un pie tras otro, sin titubeos. Aunque, bien pensando, ¿por qué tiene que andar haciendo equilibrios sobre un cable? ¡Abajo la red! ¡Abajo el funambulismo! Y volver a correr como cuando no tenía miedo. Ya casi no se acuerda. Casi. Algún día, se dice. Aún está a tiempo. Quizá la próxima… 

Pero esta vez ha dicho que no. Si es que ella no es nadie para hablar del síndrome de la impostora. Mejor que hablen los expertos. 

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