La campaña militar (73) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Retirada rusa de Jersón, una más de muchas

El avance ucraniano añade más problemas tanto a Kiev como a las capitales occidentales que respaldan a Zelenski

Destrucción en Jersón tras la retirada de Rusia

Destrucción en Jersón tras la retirada de Rusia / VALENTYN OGIRENKO/REUTERS

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Puede ser una finta rusa para animar a las fuerzas ucranianas a lanzarse a una ofensiva para la que actualmente no tienen medios suficientes, pensando que así lograrán dar vuelta a una situación que actualmente no hace más que aumentar las malas noticias para Moscú. Pero una lectura extraída de la simple realidad sobre el terreno muestra que la públicamente escenificada orden del ministro de defensa, Serguei Shoigu, más bien indica que es lo que parece: una retirada en toda regla de la capital de la región de Jersón- la única que Rusia había logrado controlar desde el inicio de la invasión- y de todas las posiciones ubicadas en la orilla derecha del río Dniéper.

El revés ruso es innegable. Por un lado, indica que, como ya se suponía, la movilización decretada por Putin no ha servido para evitar la pérdida de unas posiciones que no han logrado resistir la ofensiva desencadenada a partir de finales de agosto por las tropas ucranianas. Por otro, supone una mayor amenaza para la propia península de Crimea, en la medida en que toda ella se encuentra ya al alcance de la artillería ucraniana y dado que puede ver peligrar el suministro de agua desde el embalse de Nova Kajovka. Evidentemente, también derivará en una desmoralización de las unidades rusas desplegadas en el terreno y, simultáneamente, un incremento de la moral de sus enemigos y de un presidente que suma así más elementos para soñar con la victoria final.

Pero también hay que considerar que esa misma victoria (parcial) añade más problemas tanto a Kiev como a las capitales occidentales que respaldan a Zelenski. A Kiev, porque ahora tendrá que decidir si se asienta en las posiciones alcanzadas, abriendo un paréntesis invernal, o si redobla el esfuerzo con una nueva ofensiva que busque romper la continuidad del corredor terrestre que Rusia ha creado desde febrero entre su propio territorio y Crimea a través del Donbás. En el primer caso, puede entender que estaría dando a Moscú la oportunidad de lamerse las heridas en posiciones más retrasadas y de prepararse para volver a intentar recuperar el terreno perdido a partir de la próxima primavera. En el segundo, se arriesga a sufrir consecuencias indeseadas, al extender excesivamente sus líneas logísticas y al llevar a sus exhaustas tropas más allá de lo aconsejable en su intento por rematar la faena. De lo que no cabe dudar, en todo caso, es de que hoy Zelenski no está pensando en abrir una negociación diplomática con su enemigo, aceptando la partición definitiva de su país.

Para Washington y el resto de quienes se alinean con Ucrania el dilema es de otro orden, pero no menos espinoso. Una vez que se han decidido a suministrarle armas cada vez más sofisticadas, lo que junto a su propia pericia ha permitido a las fuerzas ucranianas llegar hasta aquí, queda por ver si multiplican aún más el esfuerzo, dotando a Zelenski y los suyos de más medios de combate hasta que logre expulsar a los invasores de su territorio o si deciden echar el freno, presionando a Kiev para que acepte algún tipo de entendimiento con Putin. Calculan que, en el primer caso, aumentan las posibilidades de que Moscú recurra a una escalada total que incluya el uso de armas nucleares. Y en el segundo temen que Zelenski decida desoír sus cada vez más directas insinuaciones para que acepte dar una salida negociada más o menos airosa a Putin y que opte por seguir adelante, contando con que sus aliados seguirán apoyándole ante el temor que les inspira una Rusia tan transgresora. Veremos.

Suscríbete para seguir leyendo