Cayetana Álvarez de Toledo: o ella o el caos | Limón & vinagre, por Jorge Fauró
China en el zapato de Pablo Casado y palo en la rueda de Feijóo, para Cayetana Álvarez de Toledo solo existe un modelo político válido, el suyo, aun a costa de cuestionar a su partido y de blanquear a la ultraderecha

Cayetana Álvarez de Toledo. / Ignacio Gil
Dice lo que piensa y no se muerde la lengua, aunque le pese a los suyos, a los del otro lado, a los de más allá. No va en su ADN, un ADN español -nació en Madrid hace 48 años-, francés (su padre fue combatiente de la Resistencia francesa), argentina por parte de madre (jamás ‘chamuya’ ni va ‘de queruza’), con trazas de Oxford, en cuya universidad se licenció en Historia Moderna, de sangre tan azul que es marquesa de Casa Fuerte -la decimoquinta- y heredera de conquistadores, de Blas de Peralta y de Francisco Peralta, que puso el pie en Mar del Plata y la fundó en el último cuarto del XIX. Tiene pedigrí. Y no se sabe si esto es bueno o es malo, pero enseguida trasluce la pertenencia a una élite que le llegó sobrevenida, de serie, como un coche de lujo al que su propietario hubiese añadido todos los complementos de fábrica para navegar en igualdad y con soltura en ese mar de la política donde por lo común gobiernan los hombres. Cayetana Álvarez de Toledo no podría ser de otro modo, más que de esa derecha solvente y arrogante, fría y analítica, 'rara avis', a contracorriente (es agnóstica), liberal en extremo del madrileño barrio de Salamanca, pero no del barrio en general, sino del ‘cogollito’ que dibujaba Manuel Longares en 'Romanticismo', del barrio de Salamanca sociológico, ideológico, el del estereotipo que describe la parte por el todo. La casta.
Fue la piedrita en el zapato de Pablo Casado y Teo García Egea (¿Se acuerdan?). El uno anda en paradero desconocido, trabajando el perfil bajo no se sabe dónde; el otro, impartiendo charlas sobre criptoeconomía. Ella sigue ahí. Cayetana sobrevive pese a las adversidades. Diputada rasa del PP, ora en lo subterráneo, ora en la superficie, cual río Guadiana, siempre con un micrófono dispuesto a escucharla cuando la llaman porque, a pesar de las tantas antipatías como simpatías despierta a partes iguales, suscita ese interés hipnótico que de común desprenden las cayetanas y los cayetanos. Ella es la ‘cayetana’ culta y bien hablada, la historiadora crítica que parece que se hubiera tragado un académico de 80 años, como de otra época, más de la Transición -cuando se valoraba el verbo en política- que de este tercer decenio del siglo en el que abunda la carcundia sin reflexión y la oposición sin méritos.
Días atrás ha reaparecido en Zamora. Hace meses le espetó a Pablo Iglesias en el Congreso: «Usted es hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece: la del crimen político», en alusión a la pertenencia del padre del fundador de Podemos al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), un grupo marxista-leninista del tardofranquismo al que se atribuyen seis víctimas mortales. El padre de Iglesias la denunció. Ante el juez de Zamora no cambió una micra su argumentario: «He venido a Zamora a declarar que la Tierra es redonda». Y más: «El orgullo ‘frapero’ es incompatible con el honor vulnerado».
La española que habla como en el Siglo de Oro es también uno de los palos en la rueda de Núñez Feijóo dentro del partido. Cuantas más líneas rojas trata de delinear el líder del PP con Vox, más comprensión encuentra Cayetana en tender puentes con la ultraderecha. «Hay quienes no quieren mostrarse con Vox, ni manifestarse con Vox, ni votar con Vox. En cambio, están encantados de gobernar gracias a Vox [en alusión al pacto en Castilla y León]. Eso se llama hipocresía y la hipocresía es un feo vicio político», descerrajó durante la puesta de largo en el Club Siglo XXI del portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros. La Cayetana que blanquea, la china en el zapato, el palo en la rueda, la voz incómoda y disonante, esa compañera de piso que habla sin filtros ante los caseros y pone en peligro el alquiler.
Pueden verla en el documental '¿Qué (diablos) es España? La última pregunta de Iñaki Gabilondo', donde ante el veterano periodista sostiene que «España es una visión empecinada de vivir juntos los distintos. Distintos en lenguas, en razas». En lenguas, dice. Diputada por Catalunya, no habla catalán ni jamás ha vivido en Barcelona. En contra de su partido, Cayetana acaba de apoyar la enésima propuesta de Vox de aplicar el 155 e intervenir la autonomía para que se pueda impartir enseñanza en castellano en las aulas de esa comunidad. Intervenir Catalunya. Carece de término medio, o negro o blanco, sin gamas de grises, yo, mí, me, conmigo. Así es Cayetana Álvarez de Toledo, tan suya que no es de nadie, solo suya, unas veces ella, otras el caos.
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