NEWSLETTER

Basta ya de cuentos de hadas sobre el clima

El activismo violento es inadmisible, pero sobra buenismo para frenar el calentamiento del planeta

Un participante se hace un 'selfie' en el Centro Internacional de Convenciones de Sharm El Sheikh, el primer día de la cumbre climática COP27, el 6 de noviembre de 2022.

Un participante se hace un 'selfie' en el Centro Internacional de Convenciones de Sharm El Sheikh, el primer día de la cumbre climática COP27, el 6 de noviembre de 2022. / Ludovic MARIN / AFP

Gemma Martínez

Gemma Martínez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Rociar ‘Los girasoles’ de Van Gogh con salsa de tomate, arrojar puré de patatas a ‘Les Meules’ de Monet o adherirse con pegamento a los marcos de ‘Las Majas’ de Goya para concienciar a la población de las amenazas medioambientales es de una crueldad descomunal.

Los activistas de la desobediencia civil se equivocan porque arte y clima nunca han de enemistarse. Tampoco debe utilizarse el patrimonio cultural para unas acciones de protesta que sirven para instar a la reflexión sobre la seguridad en los grandes museos, pero no sobre los desafíos del clima. Por no hablar de lo contraproducentes que pueden resultar estas acciones vandálicas al dar nueva munición a los negacionistas del cambio climático.

Pero rechazar estos movimientos de protesta no quiere decir que el buenismo sea la mejor fórmula para combatir el calentamiento del planeta, ni que la catástrofe climática que los científicos pronostican por la inacción de la comunidad internacional, sea una broma.

En este sentido, la Conferencia Mundial de la ONU sobre el Cambio Climático COP27, que arrancó este domingo en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, es la última carta de los países participantes para actuar de verdad contra el calentamiento del planeta. Cierto es que la cooperación internacional y la asunción de compromisos es difícil en medio de las diferencias geoestratégicas entre las grandes potencias y de la crisis económica derivada de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

 Que sea difícil no quiere decir que sea imposible. Basta ya de ataques activistas contra obras de arte, pero también de cuentos de hadas y soluciones mágicas para combatir el cambio climático. Los 40.000 participantes procedentes de casi 200 países deben ser ambiciosos y adoptar medidas concretas y realistas para frenar el calentamiento global. Llega la hora de actuar y de materializar todas las promesas y compromisos pactados en las anteriores conferencias climáticas. Tal y como se acordó este domingo, analizar cómo indemnizar a las víctimas del clima - los países en desarrollo más castigados por el incremento de las temperaturas- es un primer paso, pero no puede ser el único. El planeta, envuelto en una acumulación de calor inédita, no espera.

Suscríbete para seguir leyendo